La frase del dia

30 octubre 2008

Nuestra alianza


Querida agua: sé que esta misiva no tendrá respuesta por tu parte, no importa, pues sólo me mueve el afán de que entre nosotros queden las cosas claras. Al principio, me contaron que vagabas por los valles y las montañas, que hurgabas bajo la tierra y que tenias el privilegio de volar camuflada entre las nubes para ver el mundo a tu manera. Que no eras de ningún sitio y que no pertenecías a nadie. Aunque con el discurrir de los años, algunos potentados comerciaron a tu costa. ¡Malditos avaros ignorantes!, desconocían que tú eres de todos sin pertenecer a nadie. No te preocupes, son los mismos que si pudieran comprar el sol acordarían pronto el precio para dejar el mundo en la más tenebrosa penumbra.
Pero vayamos a lo que nos concierne: nuestra palpable y consolidada relación. Supe que me estabas esperando en la jofaina antes de que naciera. Después de mi madre fuiste la primera en abrazarme. Te diré que fue un abrazo extraño, frío y desapacible. Seguramente te importó un bledo escuchar mi primer llanto. Al cabo de unas semanas trajiste un disgusto nuevo: rociaste mi cabeza con total impunidad y de nuevo me hiciste llorar mientras sonreías agazapada en la pila bautismal y me mostrabas la imagen fugitiva de un bebé que lloraba envuelto en toallas blancas.
Al salir de la iglesia me asustaron los cohetes, pero te sentí a mi lado aplacando cada estruendo con un beso. Doblamos la primera esquina donde nos esperaba la música, la percusión de los redobles y el trinar de la flauta nos acompañaron en la vuelta a casa. Fue la primera vez que nos juntamos los tres. La música sólo en momentos concretos, tú siempre coqueteando en mi costado.
¡Quién iba a suponer entonces tan fuerte dependencia!
Luego compartimos los juegos de niñez y ahí pude ver tu mala cara, ¡Qué no lo recuerdas!
Amiga mía, refrescaré tu memoria: fue una mañana de mayo cuando aún no tenía la edad escolar, pero ya había descubierto el extraordinario sabor de las cerezas.
Te cuento, aquel día yo jugaba con Pedro y Soraya en el centro de la plaza, a la vera del viejo campanario. Intentábamos construir pequeños y rudimentarios cuencos de barro, utilizando como materia prima la tierra suelta que había en el suelo y mi incipiente orín. Agrupábamos la tierra en pequeños montículos, después hacíamos un esbozo de cráter en cada uno; yo orinaba sobre la cavidad y la tierra humedecida mantenía la dureza suficiente como para extraerla y dejar a la vista una rudimentaria y frágil taza de barro. Sin embargo pronto se agotaron las reservas urinarias y necesitábamos un elemento líquido para continuar con nuestra obra de ingeniería rural alfarera.
Y fue en ese momento cuando te descubrí: ¡brotabas voluptuosa y magnánima en el caño metálico del abrevadero!, sucumbí a tu mágico hechizo y armándome de valor trepé hasta el pretil y caí en tus brazos. Me contaron que me abrazaste mucho rato, demasiado, aunque no lo suficiente como para llevarme eternamente a tu lado. El azar hizo que en ese momento pasase por allí alguien que conocía muy bien mi baby (guardapolvos) azul de rayas blancas y de un tirón me dio el aire que me negabas cuando yacía acurrucado entre tus algas.
¡No era el momento! Amiga, ese instante no te pertenece, ahí tú no mandas.
Pasó el tiempo hasta que llegó una tarde en la que comprimiste el cielo negro sobre los tejados de mi pueblo y descargaste una tromba feroz que anegó huertas y prados y se llevó para siempre a un pastorcillo que cuidaba su rebaño. ¿Qué te había hecho aquella criatura para arrancarle la vida tan temprano?
Cierto, descubrí mi pubertad en tus charcas de verano, hasta que un educador ató mi cintura con una cinta de persiana para liberarme de tus garras y patear sobre tu cara en la piscina del internado.
Te había vencido y me atreví a más en mis primeras brazadas. Tal vez por eso provoqué tu ira cuando crucé el Duero allá en Corporario mientras tú ignorabas mi bravuconería y con instinto maternal mirabas desde la profundidad o descolgándote desde lo alto de aquellas sinuosas barrancas. Amiga agua, sé muy bien que permitiste que ganara en aquel macabro juego de inconsciencia.
Esa máquina del tiempo continuó girando en el tiovivo de acontecimientos hasta que al cabo de los años fijó mi actividad laboral, y ahí tampoco quisiste que te olvidara, convirtiéndote en la razón que debía procurarme el bienestar familiar.
No estabas satisfecha y, para enmendar posibles confusiones, me trajiste a una mujer de signo de agua: ¡Una piscis de cuna charra!
Y no fue suficiente, me hiciste tuyo y vetaste la entrada en mi casa a otros licores de mesa.
Ahora apareces de nuevo, esta vez con buen talante, como la musa que desnuda el alma, para llevarme de la mano por un sendero a través del desierto de vocablos inconexos mientras construyo oraciones que reflejan sentimientos, no todos, algunos seguirán en el tintero porque forman parte de nuestros secretos.
Y, basándome en la confianza que nos une, he de manifestarte que no entiendo tu proceder de un tiempo a esta parte: ¿Por qué descargas tu ira en hogares sencillos y frágiles y cercenas la vida de gente inocente?
Reconozco que no te cuidamos lo suficiente, ni a ti ni tus moradores, pero sabes muy bien que esas víctimas no envenenan los ríos ni contaminan tus mares.
Tu malestar es comprensible y, por si vale como atenuante, quiero que sepas que somos legiones los que estamos de tu parte, que no compartimos las decisiones de los gobiernos sobre el modo de cuidarte. Sospecho que ese desencanto tuyo nos traerá fatales consecuencias. Entonces, los avaros tendrán que maquillarte en las entrañas de la tierra y restañar tus heridas en los acuíferos de los valles para que fluyas lozana como lo hacías antaño, cuando brotabas cristalina por el caño del abrevadero de mi pueblo, Corporario.

Tuyo siempre.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bien escrito, sí señor.
La belleza del agua es inmensa, es algo sencillo pero perfecto.
Ni los avaros insaciables conseguirán beberse toda el agua, aunque sigan chupándonos la sangre, que es a su vez agua.

Pruden

Manuel dijo...

Verdaderamente lo tuyo con el agua es como dices una alianza. Es el destino. Además de ser, nuestro cuerpo, agua en gran parte, el tuyo debe tener por ahí algo más, un plus: Fuentes y manantiales escondidos de los que brotan estos escritos y relatos tan naturales, tan frescos, tan claros, reconfortantes... que nos transportan a momentos vividos. Lo tuyo son borbotones con mucha magia. - Manolo-

Anónimo dijo...

Este relato es uno de los que más me han gustado, creo que además de estar bien escrito define perfectamente tu moral y tus valores como persona. Ánimo Salvattore !
Hasta la victoria siempre.

Anónimo dijo...

Enhorabuena Salva!!!!

No sé cómo te lo montas para tener tiempo para hacer tantas cosas: tu familia, tu hogar, tu parcela, tu deporte, ocio, el Zizou..., con este nuevo relato está claro que a tu blog le has dado mayor categoría y lo que empezó siendo un bebe, éste crece en calidad y buen hacer. Como bien dice el amigo Manuel, de ase “agua”, manantial o creatividad, has hecho tu forma de vida. Repito, muy bueno. ¡Eres un crak!
Aprovecho tu blog para felicitar las venideras fiestas Navideñas a todos los que se asoman a este BLOG.
NiCo.