La frase del dia

26 octubre 2023

VIAJE A JORDANIA

.                     cena beduina
        Interior mezquita Rey Abdalá 
     El camello obediente no olía bien
      Subí para pedir a Spiderman el regalo de Nacho. Su avión.
                           Tornado 
Con Ramón cerca del Monasterio 


Los "valientes" que subieron al mirador 

Vista de la explanada desde el mirador 

Esperando la cena beduina

Amanecer en el desierto 



El Sip



El tren otomano 






Aquí el grupo que subimos hasta el monasterio
                                                                                          Todos en el monte Nebo

                          Con los hábitos obligatorios y descalzos en las escaleras de la mezquita jordana
Atardecer en el desierto Wadi Rum
                      
     La inconsciencia tiene su precio.
     Ahed da una breve clase sobre ese territorio de Wadi Rum
La tumba del Tesoro.

El camino, el Siq.

En el monte Nebo, sentado sobre el brocal del pozo donde brotó el agua a Moisés.




Jerash, o la Pompeya Jordana

                       Castillo de Amrah


  En primer lugar, he de dejar claro que, a lo largo de este relato, no hay en mí el más mínimo atisbo de frivolidad al “ignorar” la guerra que tan cerca tuvimos y de la que nadie hablaba, Solamente al llegar al hotel, las imágenes me hacían ver la tragedia. Días antes de emprender el viaje opté por llamar dos veces a la agencia. “¿Ha cancelado alguien el viaje?” Pregunté, “De momento nadie” Respondieron. Adelante, vamos, pues, hacia la aventura. Una treintena de viajeros partimos del aeropuerto de Barcelona con nuestro guía Ramón y en poco más de cuatro horas estábamos en Amán.     Allí nos esperaba el guía nativo Ahed, un gran profesional. Todo el tiempo fue un no parar, madrugones, caminatas, paladeando y fotografiando los nuevos paisajes a través de la ventanilla del autocar, mientras llegábamos al destino asignado. Se notaba en nuestro guía Ramón, que estaba curtido en el oficio, siempre atento a cualquier necesidad. Hubo algunas variaciones en el programa para aprovechar el tiempo y las distancias. Detallaré lo más relevante desde mi humilde y escasa cultura. Adelanto, que Amán dista a 70 kilómetros de Siria, 150 de Arabia Saudita, 330 de Irak (estuvimos muy cerca) y 60 de Israel (Nos bañamos en el mar Muerto por la orilla de Jordania (Está a 416 metros por debajo del nivel del mar. Que mal lo pase por sumergir la cabeza y sentir un escozor terrible en los ojos. Un nativo, experto en imprudentes, me arreó con una manguera agua dulce en la cabeza y pude salir).

  El primer día nos desplazamos hasta el desierto musulmán para ver los castillos de Amrah, Kharraneh y el fuerte Umayyad. Al regresar vi desde el autocar dos campos de refugiados sirios (En la entrada había un comando militar. Perra vida la de esa gente en medio del desierto. Me habría encantado entrar y ver cómo viven y me hizo reflexionar sobre lo afortunados que somos al vivir en libertad y con toda clase de comodidades). Jordania se caracteriza por ser un país de acogida. Griegos, nabateos y romanos la habitaron y ha sido la Tierra Santa de judíos y musulmanes, Dio cobijo a los palestinos en el siglo XX y las grandes fortunas de los exiliados iraquíes sirvieron para dotar de lujosos hoteles a Amán. Resulta espectacular contemplar desde lo alto de la Ciudadela el casco antiguo, el teatro romano con capacidad para 5000 espectadores. Pudimos ver la cisterna Omeya y el museo arqueológico. Nos desplazamos hasta Jerash (con el sobrenombre de la Pompeya del Este). Esplendoroso e imperial el arco de Adriano en la entrada. Gran cantidad de columnas a lo largo de todo el paseo. Impecable el Teatro Sur con una acústica muy estudiada. (Un guía jordano me dijo el lugar exacto donde se alcanzaba el mejor sonido y canté Viento del norte. No es lo mío el cante, pero siempre procuro sacarle el jugo a cada viaje y el ridículo no me amilana).  

  El castillo de Adjun fue construido por un comandante sobrino de Saladino en 1183 para detener el avance de los cruzados; y protegía las caravanas de peregrinos y comerciantes. Disponía en su alrededor de un foso de 16 metros de ancho por 12 de profundidad. Se conserva en muy buen estado.

  Iglesia de San Jorge en Madaba (Este santo y su pelea con el dragón debieron de –sugerencia- ser omnipresentes y el santo disponer de un buen caballo, o más de uno, porque también estuvo por aquí, en Cataluña, que nadie se ofenda) Buen recuerdo la visión del mosaico interior y el mapa de Tierra Santa que hay en el exterior, sobre el que Ahed nos regaló un poco de historia de esos lugares.

  El monte Nebo, donde murió Moisés después de avistar la Tierra Prometida, a lo lejos se ve el mar Muerto, el mar de Galilea, el río Jordán y el lago Tiberiades. “Dios le dijo a Moisés, sube hasta el monte Nebo, frente a Jericó y contempla la tierra de Canaan que te doy para los israelitas y muere en ese monte” Hecho que sucedió después del largo exilio de Moisés. una tarde nos desplazamos hasta la mezquita del Rey Abdalá

   Petra fue, para mí, el plato fuerte del viaje. Capital del imperio Nabateo en el siglo I antes de Cristo. Se unió después al imperio romano y prosperó con las rutas de comercio. Llegó a tener 30.000 habitantes. Quedó asolada por un terremoto cuatro siglos después. Según los historiadores, hoy solo podemos ver un 20% de lo que fue en su época de esplendor. Actualmente también es conocida como la Ciudad Rosa. El paseo se realiza por un camino excavado en la roca, el Siq, un pasadizo de 1.250 metros, jalonado por muros altos de roca roja. Para quien esto escribe, caminar por allí, fue como un bonito sueño envuelto en realidad. Al final del Siq, llegamos a una explanada, repleta de coches turísticos, carruajes entoldados, caballos y visitantes, “disparando” sus móviles y cámaras para inmortalizar su presencia delante de la tumba del Tesoro. Una veintena de atrevidos del grupo ascendimos por los 850 irregulares escalones que requería llegar hasta el Monasterio, de parecida fachada a la tumba del Tesoro. Algunos turistas subían sentados sobre los lomos de burros, o mulos (No están herrados porque resbalarían). A lo largo del trayecto, muchos “valientes” toman su descanso junto a los puestos de los nativos donde venden agua y recuerdos (nada baratos, un euro equivale a 0’75 dinar, su moneda). Alargué mi caminata hasta el final, porque ver desde lo alto aquellos paisajes era una experiencia necesaria.

  Ya al final de la semana visitamos el desierto Wadi Rum que ha servido de escenario en diferentes películas. Con los todoterrenos de los nativos disfrutamos de cuatro horas de paseo. El atardecer es único porque funde los colores ocre y malva es un espectáculo impresionante. Nos sorprendieron con una cena beduina. Al amanecer me levanté temprano para disfrutar del alba y su silencio.

   Dispongo de 870 fotografías, ya cribadas, que con el paso del tiempo me ayudarán a recordar. Y quiero recalcar que el grupo humano era excelente. Se produjo una gran sintonía y causa, al menos en mí, el último día, un sentimiento de nostalgia, porque es muy probable que nunca nos volvamos a ver. Y fue muy gratificante y enriquecedora su compañía. Siento no haberme podido despedir como me hubiese gustado tras recoger el equipaje en la cinta, pero el autobús de regreso a casa, exigía por su horario, no desperdiciar ni un minuto. Y así fue a grandes rasgos la crónica de este viaje a Jordania (La Suiza de Oriente Medio)