La frase del dia

10 noviembre 2013

ISLANDIA: paisajes de ensueño.


Después de un verano cargado de trabajo, permitirse un capricho no justificaba quebranto alguno en la conciencia. Aún quedaban días de vacaciones y era cuestión de planificar un viaje. Optamos  por visitar Islandia.
El día de la salida era indispensable estar en la terminal del Prat a las tres de la madrugada. No encontramos combinación posible ni en tren ni en autobús. Busqué en internet algún aparcamiento cerca del aeropuerto y a la una partimos siguiendo las pautas que nos indicaba el GPS. Fue un desastre total (asumo toda la culpa porque soy un patán en estas historias). El extravío nos llevó hasta la playa de Calafel. Unos pescadores nos dijeron el modo de volver a la ruta correcta. 
El aparato, o mi tozudez por no hacerle caso, nos condujo por las cuestas de Garraf. ¡Qué desastre!, curva tras curva, escasa visibilidad y soportando el azote de los nerviosos con sus molestas luces atosigando por detrás. 
La hora se echaba encima y no había margen para más errores. Llamamos por teléfono al aparcamiento y el empleado nos indicó la salida.
Una chica nos esperaba con un microbús para acercarnos a la terminal. En el aeropuerto apenas había actividad y delante de los mostradores de Vueling esperaba un grupo de unos sesenta viajeros.
Me gusta ver y oír cómo rugen los motores cuando están parados antes de lanzarse por la pista de despegue. Estaba dispuesto a leer el final de “De la alpargata al seiscientos” (autor, Juan Eslava Galán), pero el cansancio o la hora tan intempestiva hizo que el resto del pasaje buscara el amodorramiento del sueño y no me quedó otra que apagar la luz. En el exterior todo era oscuridad, abajo, entre los claros de las nubes, se veía amarillear la luz de las ciudades. Observé que algunos pasajeros se levantaban para buscar asientos vacíos donde poder estirase y les imité.
Así, con ese duermevela incómodo aterrizamos en Keflavik, a media hora de la capital.  Un autobús nos llevó a la Laguna Azul.  Durante el trayecto,  lo que veía a través de la ventana, me recordaba las fotografías de un paisaje lunar. No había árboles y las casas desprendían aspecto de fragilidad, de madera o chapa, con las ventanas sin alfeizar. No vi ni una sola teja roja ni negra cubriendo los tejados. Lo hacen con chapas acanaladas, que también pueden verse en los costados. (La climatología no es propicia para abrir las ventanas y la nieve o la lluvia han de evacuar con la menor resistencia.  En un día puede llover, granizar, que asome el sol y sufrir los rigores de la nieve o del viento)
El agua de la Laguna Azul estaba calentita- entre 30 y 38º, su profundidad no rebasa el metro y una neblina de vapor facilita que el exterior no sea tan gélido. En un extremo pude ver a un grupo de bañistas que se embadurnaban la cara con una pócima blancuzca que sacaban de unas cubetas con un cazo. Según dijo el guía, ese mejunje tenía propiedades curativas para la soriasis y otras enfermedades de la piel. Lo probamos y me pareció una buena protección contra el frío que asolaba en la Laguna.
No vi autopistas, sólo una autovía de entrada a Reikiavik.  Pudimos contemplar un amanecer anaranjado que parecía interminable para un sol perezoso cuando en mi reloj de hora española eran las 10h 30´. Por la noche acudimos a ver la aurora boreal. El autobús nos alejó  a unos veinte kilómetros de la ciudad, hasta un monte esquivando en algunos tramos los baches de un camino terrero. Allí había dos autobuses más esperando y corrillos de gente mirando hacia el cielo, esperanzados porque se daban todos los condicionantes favorables, pero la aurora boreal nos dejó el mensaje de que la naturaleza es caprichosa y soberana.
Al día siguiente viajamos hacia el Círculo de Oro, allí se encuentra el Parque Nacional de Thingvellir. Este lugar es una zona de separación de dos placas tectónicas que han provocado fallas y enormes fisuras en la lava solidificada. Después continuamos hasta el área geotérmica de Geysir, el géiser Strokkur lanzaba hasta unos diez metros de altura una columna de agua hirviendo. También disfrutamos observando la gran catarata de Gulffos.
Visitamos la península de Snaefell pasando por un túnel que cruza a 160 metros bajo el agua del Atlántico en el fiordo de Hvalfordur. Realizamos una breve parada para fotografiar las columnas de basalto de Gerdubert. Hacia sol pero el frío era implacable donde no cubría la bufanda.  
No quiero terminar sin hacer mención a la lengua del glaciar Myrdarlsjokull. Ya caía el anochecer cuando caminé por encima del hielo mientras veía correr el agua bajo mis pies. La sensación de soledad era apabullante el aquel lugar. Al regresar, el agua nieve me picoteaba en la cara tal y como si la naturaleza me castigara por la osadía de caminar sobre la lengua milenaria cada vez más menguada, por desgracia.  





   
Agradable sensación en la LAGUNA AZUL

Al fondo, iglesia luterana
Paisaje volcánico islandés

Cuanto frío hay en este lugar

El parlamento. Aquí se concentraron los islandeses. Ruidosas caceroladas y una investigación exhaustiva lograron encarcelar al jefe de gobierno. 

Catarata en el Círculo de Oro

Columnas de basalto

Mucho miedo al barranco

Paisaje islandés

No es tanto como parece

Tarragona y Castellón

Tarragona y Zaragoza

En busca de una buena fotografía
Pateando encima del glaciar






  

13 agosto 2013

El señor Francisco Moya:" EL CHUPALIGAS"




Genio y figura

San Cristóbal de Entreviñas


Iglesia de San Cristóbal 


con D. Miguel, el parroco, en la exposición de fotografías



Juan Andrés, Pili y su nieto, Bosco y Esme.
Los Lagartos con D, Francisco Moya, "el chupaligas"
José y Andrés-
D Francisco y la Banda Trapera del Candeneo.



Manuela y Angelines, nos invitaron a chocolate.

La mascota, dentro va Olegario.
cuando llegué a Zarza de Pumareda, me comentaron en la peña Los Lagartos que tendríamos la colaboración especial del insigne CHUPALIGAS para amenizar el  pasacalles.  
Cuando le vi supe que tenía delante a un  mito viviente. Acudió con su trompeta en la mano, como si fuera un apéndice más de su cuerpo. Vestido con una camisa de un rojo brillante que conjuntaba con la blancura del resto de su vestuario, pantalones, zapatos y sombrero.
Intuí que el señor Francisco Moya  al vestirse esa mañana para el "evento" había repasado el sempiterno bigote que blanqueaba más a sus 87 años.
Después de amenizar el pasacalles por el pueblo nos sentamos en el bar para tomar unos refrescos y conversar.
Con su permiso me dispuse a anotar el torrente de vivencias que Francisco me contaba. Es por eso que, a partir de este párrafo, serán las palabras del señor Francisco las que den forma a este relato:
Nací en 1926, en un pueblo zamorano de la comarca de Benavente que se llama San Cristóbal de Entreviñas.
Mis padres eran propietarios de un circo. Al poco de estallar la guerra civil, estábamos en Málaga y cayó una bomba que mató a veintitrés artistas del circo  ...entre los que se encontraban mis padres. Mis tres hermanos y yo sobrevivimos porque estábamos jugando en el exterior. Al llegar a la carpa todo estaba destruido y había restos de la masacre humana desperdigados por el suelo. 
Los barcos continuaban bombardeando la ciudad y nosotros nos cobijábamos bajo tierra en la galería de una alcantarilla. Unos señores nos recogieron y llevaron a un hospicio de Alicante. Yo saltaba la tapia y me escapaba en busca de comida, pero siempre terminaba otra vez en el hospicio. 
Fueron tiempos duros hasta que se hizo cargo de nosotros un tío nuestro. La adolescencia fue trascurriendo trabajando en los títeres y la música.
Diecinueve años tenía yo cuando vine con mi tío a actuar en Cabeza del Caballo. “Tú tienes que bailar un baile conmigo” me dijo Ángela, una moza, que, además de ser guapa bailaba y cantaba muy bien. Mi tío interpretó con su trompeta un pasodoble y ahí comenzó a forjarse nuestro amor. 
Como matrimonio continuamos ganándonos la vida actuando en las fiestas populares. Sin embargo, las ganancias no llegaban para cubrir las necesidades que mis cinco hijos. Mi mujer y yo nos desplazábamos de pueblo en pueblo con un carrito tirado por un burro. Ahí dormíamos al terminar las actuaciones. La mocedad continuaba la juerga y muchas veces pasaban cerca de nuestro carro pero jamás nos molestaron.
En cierta ocasión, cuando estábamos inmersos en pleno baile, se presentó la pareja de la guardia civil. “Haga el favor de enseñarnos su carnet del sindicato del espectáculo”, exigieron. “Yo no tengo ese carnet”, les dije. “Pues entonces no puede seguir actuando”, argumentaron. “Mire usted señor guardia, si no me dejan actuar con mi trompeta no podré alimentar a mí familia”, expuse. “Lo sentimos pero las normas son las normas y nuestra obligación es que las cumplan todos por igual”, sentenciaron los agentes. El baile se suspendió y la fiesta terminó. Lo mismo sucedió un tiempo más tarde en otro pueblo y ya no me quedó otra alternativa que intentar obtener  el carnet de músico profesional.
El día del examen acudí con la única trompeta que tenía y la pobre estaba parcheada con tela porque ya era vieja y el aire se escapaba entre los pistones. Me examinaron en segundo lugar. Detrás de mí  había otro grupo de alumnos preparados para la prueba.
“Haga usted el favor de interpretar esta pieza”, me dijo uno de los profesores, soltando encima de la mesa una partitura que ocupaba al menos tres folios. “Yo no sé qué son todas esas rayas negras y palotes que hay escritos aquí”, justifiqué. “Entonces, ¿Cómo quiere usted que le concedamos el carnet si no sabe solfear?, comprenderá que para nosotros no es válido” dijo el profesor que parecía mandar.
“Dígame la canción que quiere que toque y, si no sé, aceptaré su decisión”, me atreví a decir para salir de aquella situación que parecía irreversible.
El hombre, para terminar de una vez y convencido de mi fracaso, añadió: “Toque usted lo que quiera”. Inicié las primeras notas del pasodoble “En er mundo”, vi en sus caras el gesto de grata sorpresa y continué recreándome en la interpretación.
“Vale, vale”, dijo el que mandaba y añadió: “Usted no sabrá solfear pero toca la trompeta mejor que todos esos que han estudiado en el conservatorio”.  Así dispuse al fin del dichoso papel que me acreditaba como músico profesional.
Alternaba las actuaciones con trabajos esporádicos en el campo. La primera vez que fui de jornalero a segar, dejé la hoz en el suelo y con las dos manos junté las cañas hasta que logré sujetarlas con una sola mano, después cogí la hoz y las serré. 
He trabajado de todo y al fin tuve que emigrar a Alemania. Trabajé en una fábrica de Nuremberg y pude llevarme a mi familia. Ángela cuidaba los niños de otros matrimonios y mis hijos comenzaron a actuar conmigo en los locales de los emigrantes españoles. Nos fue bien, pero vi que si continuábamos allí mis hijos perderían sus raíces y eso no me gustaba nada. Decidimos regresar a España.
Tengo dos hijos que estudiaron música y tiene su propia orquesta. Angelita (dice este nombre por primera vez) murió hace dos años el día de los difuntos y, desde entonces no hay un solo día en mi vida en que  no acuda a visitarla. (Es en ese momento cuando reparo que lleva las dos alianzas en la mano). 
Ha sido y será la mujer de mi vida y no hay millones de dinero suficientes en el mundo para que yo abandone Cabeza del Caballo porque ahí está Angelita.
Hablamos largo y tendido durante la comida. “Yo lo único que he pretendido en la vida es que la gente sea feliz”, me dijo, como si a pesar de lo sufrido, esa fuera su filosofía de vida. ¡Qué gran hombre!
Aún me quedaba una pregunta por hacer y me lancé: Francisco, ¿Por qué te llaman Chupaligas?,  “Hubo un tiempo que actuaba de payaso y mi nombre artístico era el payaso Chupaligas y ese apodo  se quedó para siempre”, respondió.

Interpretamos varias canciones para amenizar los postres en el local de la peña y nos bastaba una mirada para disculpar las pequeñas pifias, más mías que suyas, durante la velada. El sonido de su trompeta quedará para siempre en nuestra memoria con la magistral interpretación que nos brindó de “Balada triste de trompeta”. Lo acompañé hasta el coche y cuando se alejó, me quedó la impresión de que San Lorenzo me había premiado con un nuevo amigo, un sabio, un artista puro que ojalá pueda deleitarnos con su magia durante muchos años más.
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30 marzo 2013

VIERNES SANTO: ¿El agua?, ¡Dejadla!, que corra.

Como dice la canción: SALAMANCA, TIERRA MÍA MÍA, DE ARTE Y SABIDURÍA ERES JOYA SIN IGUAL... (Del insigne Rafael Farina). texto publicado en LA VOZ DEL CIUDADANO.

VIERNES SANTO:  ¿El Agua?¡Dejadla!... que corra

No todo en la vida es dar caña para mejorar nuestra existencia. Por fortuna, aún hay placeres que nos brinda la naturaleza sin pagar taquillaje. Hoy, en Salamanca, cerca de la frontera con Portugal, llueve de manera constante. Desde mi ventana contemplo el brillo de los tejados lavados y el rítmico evacuar de los canalones. El cielo de viernes santo parece un copo infinito, algodonado y sucio. La calle está solitaria, no hay perros, tampoco gatos, y las gallinas,  imagino, estarán al resguardo en el calor del henil.
A primera hora de la mañana suena la melodía tenue que interpreta el discurrir del agua formando charcos en el pavimento de la calle.Continúa cayendo agua en un sirimiri compacto y denso. 
Siento curiosidad por ver si está la cigüeña. Miro a través de la ventana, y sí, allí está guarecida en su atalaya mojada. En un primer momento cuesta identificarla, se mantiene impertérrita, acurrucada en su plumaje para  que resbale el agua, aunque, también pudiera parecer una tosca piedra  en la espadaña del campanario. 
Mas yo sé que es ella y cuando amaine el chubasco prometo bajar para hacerle un retrato.

Decía el amigo Juan Carlos Piinel, en LA VOZ DEL CIUDADANO, que hoy comerá bacalao con patatas. Eso es mantener las buenas maneras, le felicito. Sin embargo, desgraciadamente no estoy mucho yo por labor tan piadosa. Esta mandato de la Bula fue una de las primeras puertas que se abrió para convertirme en un pecador recalcitrante después, me explico:

Cuando yo era niño, en mi pueblo, Corporario, el sacerdote de la parroquia permitía comer carne a quien pagara la Bula. Y yo me preguntaba:"¿Cómo vamos a pagar la bula si no tenemos para pagar la carne?, ese Dios tan magnánimo y bueno, no lo es tanto porque permite que los ricos pequen comprando los pecados"
Un verdadero dilema creer de esta manera con una contradicción tan evidente, pensé en aquel entonces.
Por tanto, esta mañana de viernes he visto la cafetera y al lado una tabla en la que descansaba un chorizo ibérico acompañado por un lomo de idéntico parentesco, y lo confieso, sucumbí a la duda: ¿Cafetera o cuchillo?. 
La voz de la conciencia y las lorzas que se acomodan en mi cintura impusieron su criterio: "No está bien arrancar el día de esta manera, mortifícate y haz un esfuerzo, no es ético que desprecies al compañero fiel de todas las mañanas y menos hoy que está más sabroso porque olvidó el filtro de las prisas por el camino". 
En consecuencia, mi Amigo el de Arriba, el que lo controla todo, tendrá presente el esfuerzo que para un servidor representa tamaña renuncia. Sin embargo, no pienso esconderme y a media mañana no le perdono la tajada, y, si El de Arriba se enfada, pues... que se enfade. 
Ya ajustaremos cuentas el día (espero muy lejano) cuando estemos cara a cara. Tengo unas cuestiones pendientes de debate. Y si es tan poderoso como aseguran, lo tiene francamente mal si pretende justificar el desatino reinante. ¿O acaso es que cuenta también con privilegios que le excluyen de la responsabilidad contraída con la humanidad?
No creo que así sea. Este fue auténtico, jamas se acomodó, estaba al lado de la gente, y fíjate que fue capaz de entregar su vida para servir al pueblo. ¿Dónde hay que votarlo?. Amén, me diría Él.


Ni es Aveiro, ni es Venecia, sino Zarza de Pumareda.


Salto de agua en el POZO DE LOS HUMOS
Sara, Otilia y Angélica, las tres generaciones.
Baja conmigo, podemos.

La abuela necesita un bastón.
Con la que está cayendo y una servidora con estos pelos y sin paragüas.
Emulando a "PAO DE AZUCAR" en los arribes del Duero.
Incolora, inodora y de insípida ni miajita, rica muy rica.