Dicen que la sinceridad debe ser un valor incuestionable a la hora de
escribir. No es fácil, en ocasiones, las más, quizá por falta de recursos, de
técnica, o de lo que sea, idealizamos el relato, para hacerlo más atractivo.
Todo bonito y feliz, y no es así. La Navidad es un
claro ejemplo y reconozco que no es santo de mi devoción. Todo parece encorsetado en
buenos deseos, suculentas comidas y regalos casi obligados. Ante estas
situaciones, no queda otra que seguir la corriente o cargar con la etiqueta de
raro y tacaño. Para compartir un almuerzo, comida o café, sobran días a lo largo del
año. Y sin más, entremos en materia de lo que pretendo relatar.
Esta vez, decidimos recibir el
nuevo año en Galicia y el mismo día 31 embarcamos en avión a primera hora con
rumbo al aeropuerto de Lavacolla (Santiago de Compostela). No fui tranquilo en el vuelo porque me percaté de que había olvidado la sudadera en un bar, frente a la puerta de embarque. Un autobús nos llevó
a la treintena de viajeros hasta un caserón donde nos ofrecieron una cata de
dulces y bebidas. (Recordé el nombre del bar donde olvidé la sudadera y llamé por teléfono. Hay mucha gente buena, con empatía y profesionalidad, que me ayudaron a recuperarla)
Ochenta kilómetros después subíamos a un barco en la ría de O
Grove (entrada ría de Arousa) en un crucero por las Rías Bajas. Allí
disfrutamos de las vistas del mar y contemplamos las bateas (son embarcaciones
planas de madera diseñadas para la cría de mejillones). Nos ofrecieron mejillones, ostras y arroz con marisco. Los camareros
fueron educados y serviciales, y conmigo generosos; además, los compañeros
de mesa, más que comer, hablaban y me dijeron que no abusara de las ostras porque podían “sentarme” mal, pero no fue el caso. Todo estaba de vicio.
Visitamos la isla de la Toja y su iglesia protegida con conchas para frenar la
erosión producida por la humedad del mar. De vuelta al hotel (en Padrón, pueblo
donde nació Camilo José Cela y pasó su infancia Rosalía de Castro), nos
preparamos para la cena de fin de año. Ignoro cuantos comensales nos juntamos
(más de 200) en aquel amplio comedor. ¿De la cena? Mejor no hablar, solo con el
tentempié habría sido suficiente, pero lo que vino después fue brutal. Un grupo
musical amenizó el baile. El día 1 nos acompañó un guía local en la visita a
Santiago de Compostela, Plaza del Obradoiro, entrada en la catedral, etc.,
hasta la hora de la comida. El día siguiente visitamos Coruña, una guía nos
detallaba mediante anécdotas y curiosidades sobre la importancia histórica de
edificios y lugares. Impactante la Torre de Hércules (Me quedé con ganas de
subir, pero la guía me dijo que las entradas había que sacarlas al principio de
la rampa y no era cuestión de volver a bajar y retrasar al grupo por un
capricho mío). Cerca de allí están los cañones del monte de San Pedro. Al día
siguiente, llegaba para mí el plato fuerte del viaje: el alumbrado navideño de Vigo.
A primeros de diciembre fui con
mi familia a pasar un fin de semana en Andorra y me sorprendió mucho la
luminosidad de sus calles y el ambiente navideño que se respiraba. Es
decepcionante comprobar que Tarragona no está, ni de lejos, a su altura. ¿Vigo?
Es de otro mundo. Un gentío poblaba sus calles fotografiando con cámaras y
móviles. Una preciosidad que para disfrutarla a tope se necesita más tiempo. El
último día nos desplazamos hasta Oporto y, tras el turístico paseo en barco por
la ruta de los puentes, yo sentía cierta morriña. Primero porque ya había
estado allí con mi mujer en una visita desde Zarza al poco de casarnos y porque
tenía muy cerca mi tierra. (Tanto es así, que envié un WhatsApp a mi cuñado
Fernando para adelantarle que sobre las 10 de la noche se dejara ver fuera de
casa para saludarlo desde el avión, jajaja). Visitamos la bodega Ferreira y una guía
nos fue detallando los entresijos y orígenes de aquellas galerías repletas de
toneles y cubas. Luego ofrecieron una cata de vino y la comida se celebró en un
histórico restaurante y tras un paseo distendido por la ciudad nos dirigimos al
aeropuerto para regresar a Barcelona.
Doy fe de que fui vigilando y calculando cuando el avión podía pasar por
mi tierra, y al ver el alumbrado de los pueblos buscaba alguna forma
reconocible, pero no, predominaba el mar y deduzco que subió bordeando Galicia
y el Cantábrico.
Cierro esta entrada haciendo
mención a la buena gente con la que compartimos viaje y a Loreto, nuestra guía,
servicial y amable en todo momento. Normalmente, compartíamos mesa las mismas personas. Tenía enfrente a la señora Isabel, una mujer bella y valiente que se ayudaba con una muleta en los paseos; a mi izquierda una mujer que tenía un repertorio de chistes interminable, su marido se llamaba Morata y había trabajado con ella en un hospital. A su lado estaba Jordi, un economista que trabajaba en bolsa. Más allá estaba Manuel, ex sindicalista de la factoría de Seat, su frase: "Hay que ver cómo se estropean los cuerpos con los años" dicha por él, tenía una gracia especial. Soltaba de tanto en tanto alguna perla cargada de ironía inofensiva. Recuerdo a la rubia Isabel y su amigo Teo con quienes compartimos mesa en el barco, junto a dos hermanas muy viajeras. Al final, surgió la idea de disfrutar de una calçotada en fechas próximas. El tiempo dirá… Y como siempre, las
imágenes son más elocuentes que las palabras. Seguiremos viajando.
Papá Noel en el pabellón del Nastic. 13-12-24
Haciendo hueco para el almuerzo
Con mi nieto Biel, le tarareo Amparito Roca y el de la barba ya no le resulta tan desconocido
Bendita lluvia. Detrás don Camilo José Cela
Las Marias, sufrieron la represión franquista, pero nunca renunciaron a sus aires de juventud
. Escultura que se encuentra en el parque de la Alameda (Santiago de Compostela)
Interior de la catedral de Santiago
Catedral
Torre de Hércules (La Coruña)
Catedral de Oporto
Reliquia donde descansan restos del apóstol Santiago.
Oporto
Vigo
Vigo
Vigo
Ayuntamiento de La Coruña
Monte de San Pedro La Coruña
Cañones en el monte de San Pedro. La Coruña.
Monte Do Gozo (Así llamado porque desde aquí ven los peregrinos las torres de la catedral de Santiago
En un principio, mi intención era dedicar una entrada a la Navidad y otra al viaje de Fin de Año, pero un día por un asunto y otro por otro motivo, la verdad es que pasaban los días más rápido de lo que suponía. Ser abuelo y jubilado no es sinónimo de descanso, sin embargo, las obligaciones son maravillosas y no hay que dejarlas pasar si no quieres perderlas. Lamento que el orden de las fotografías no vaya parejo al desarrollo del relato. Ofrezco mis disculpas. El orden es: Andorra, papá Noel en el pabellón del Nastic y después en la urbanización de la parcela. Cierra con fin de año en Padrón, Santiago de Compostela, Coruña, Vigo y Oporto.
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En un principio, mi intención era dedicar una entrada a la Navidad y otra al viaje de Fin de Año, pero un día por un asunto y otro por otro motivo, la verdad es que pasaban los días más rápido de lo que suponía. Ser abuelo y jubilado no es sinónimo de descanso, sin embargo, las obligaciones son maravillosas y no hay que dejarlas pasar si no quieres perderlas. Lamento que el orden de las fotografías no vaya parejo al desarrollo del relato. Ofrezco mis disculpas. El orden es: Andorra, papá Noel en el pabellón del Nastic y después en la urbanización de la parcela. Cierra con fin de año en Padrón, Santiago de Compostela, Coruña, Vigo y Oporto.
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