Aterrizamos en el aeropuerto de Riga (Letonia)
después de cuatro horas de vuelo desde Barcelona. Cuando el avión comenzó a
descender me sorprendió la gama de colores verdes y amarillos en las cercanías
del aeropuerto. Nuestro grupo de viajeros no llegaba a las cuarenta personas
con procedencia de distintos puntos de España
(Valladolid, Bilbao, Zaragoza, Mallorca y Tarragona, entre otros).
Alguno tenía antepasados de Vilvestre y había una señora de San Sebastián que
había nacido en Villavieja de Yeltes. Una vez más se confirma el dicho popular
de que el mundo es un pañuelo. Eran las nueve de la noche cuando entramos en el
hotel de Riga.
A
las cuatro de la mañana se colaba en plenitud la luz de la mañana. Riga
(Letonia) es la ciudad con mayor población de los estados bálticos (700.000
habitantes). Acudimos a un mercado popular instalado en grandes hangares, había
de todo, incluso jamones españoles y cerezas de Grecia (seis euros-kilo. Más
bien parecía una mezcla de guinda y cereza). Hicimos un recorrido peatonal por
el centro histórico a través de sus calles adoquinadas. No voy a detallar todo
lo que vimos sino lo que considero más relevante, como la catedral gótica de
Riga, ortodoxa, y también la católica de San Jacobo.
(En la iglesia ortodoxa no se admiten imágenes tridimensionales para la veneración, como estatuas de santos, sino únicamente imágenes planas en pinturas o mosaicos, tradicionalmente llamados iconos. Las esculturas o bajorrelieves que pueden verse en las iglesias ortodoxas sólo tienen función ornamental. Tampoco se utilizan instrumentos musicales, sino la voz humana)
De nuevo subimos al autocar con rumbo a Estonia y visitamos la ciudad
costera de Parnau antes de llegar a la capital Tallín (500.000 habitantes)
capital de Estonia y distante de Riga a unos 300 kilómetros. En ambos lados de la carretera se sucedían los paisajes boscosos con pinos y abedules de
altura espectacular. Del tronco del abedul extraen la sabia que mediante un
proceso de elaboración beben en las fiestas. (Se calienta la savia con azúcar,
levadura y limones. Esta mezcla se deja fermentar durante cinco días)
A estos paisajes se sucedían
inmensas llanuras verdes y amarillas (colza). En Tallín vistamos la catedral
gótica luterana y el castillo de Toompea , sede del Parlamento Estonio.
Continuamos con una visita al museo etnográfico Roca al Mare, enormes cabañas
de madera con el tejado de cañas de centeno (¿?) y con vertiente a dos aguas.
Merodeaban por allí estonios con vestidos de aquella época.
El autobús nos llevó hasta en
Valle de río Gauja, paseamos por el parque hasta el castillo de Turaida y visitamos
una iglesia de madera y la gruta de Gutmanis, repleta de inscripciones y
leyendas.
El quinto día contemplamos el
palacio de Rundale, una réplica del palacio de los zares de El Hermitage de San
Petersburgo, que, aunque menor, irradiaba el lujo que acompañaba a los zares.
Continuamos hasta Siauliai donde se halla la colina de las cruces, una loma
atestada de crucifijos, cuyo origen se remonta al hecho de que los lituanos
clavaron cruces en memoria de los lituanos muertos por la represión soviética
de los zares. Los rusos destruyeron las cruces varias veces con máquinas excavadoras, pero los estonios continuaron repoblando la colina. Este lugar fue visitado por el Papa Juan Pablo II que dejó
instalada una cruz y eso le dio repercusión mundial. Actualmente se estima que hay clavadas unas 400.000 cruces. El día que nosotros llegamos había una
multitud de estudiantes elegantemente vestidos para celebrar su graduación. Es
un lugar muy frecuentado por los lituanos para realizar sus promesas.
El viaje nos llevó hasta
Vilnius o Vilna, 500.000 habitantes (Lituania) para ver la catedral neoclásica y su
centro histórico declarado patrimonio de la humanidad. Me sorprendió la iglesia
barroca de San Pedro. Comentó el guía que en otro tiempo era de madera y allí resistió a la invasión
soviética el lituano Mykolas Kazimieras Pacaso, quien pidió en
testamento que su féretro fuera llevado por prostitutas e indigentes como
tributo a la vida mundana que había llevado y exigió ser enterrado bajo las
escaleras de entrada porque no era merecedor de honor alguno.
En Lituania no existe la cultura del
famoso como en España, sólo el jefe de gobierno lleva guardaespaldas. Es fácil
ver a miembros del gobierno, futbolistas o cantantes en los parques sin que
nadie les moleste.
1 comentario:
Gracias, por estas escapadas tan mágicas y cómodas, en las que nos lleváis con vosotros. Como si hubiéramos estado. Además con el amplio y magnífico álbum de fotos que incluyes, podemos decir: Qué bien lo hemos pasado, cuánto hemos disfrutado en este viaje.
-Manolo-
Publicar un comentario