Quiera, o no, tengo a mi pueblo muy
arraigado en el pensamiento. Creo no ser el único, por lo que leo en los blogs. Es inevitable que
recuerde Corporario, cuando a primera hora del domingo un conejillo me precede
por el atajo terrero de camino al frontón. Aminoro la marcha para no asustarlo,
pero él da un potente salto que lo libera del miedo. Aparco el auto y subo por
el sendero notando, de tanto en tanto, “las caricias” de pequeños arbustos,
igual que antaño al cruzar por entre los matorrales en la atalaya de Santa
Marina para contemplar el Duero.
Se escuchan los golpes a la pelota en la
pista y desde arriba observo un momento la panorámica que ofrece el mar con
barcos quietos en la planicie de agua calma.
Debajo del algarrobo veo una mesa nueva, como
las que hay en las paradas de las autopistas, aunque un poquito más grande.
“Me
gustaría tener una mesa y una silla en mi rincón” me dijeron un día en casa.
—¿Quién ha sido el artista? —pregunté a los
que había sentados en la grada.
—¡El Nico y el Manrique! —adelantó el Emilio,
y dudé, podía ser una más de sus ingeniosas ocurrencias. Le aguanté la mirada y
me devolvió un semblante de risa escondida que confundía.
—Ya veo que eres hombre de poca escuela
—lanzó una de sus puyas.
He de incidir que, este señor, tiene arte de bromear sin ofender. Lo lleva tan dentro que hasta el perro, encadenado a
la ventana del bar, no se libra de sus lindezas cuando vamos a las duchas y agachándose, le dice: “Aquest gos te més coneixement que l´amo”, o
lo que es lo mismo: “Este perro tiene más
conocimiento que el amo”.
—¿Quién le dio la madera?— pregunté.
—Tu compañero —replicó Emilio.
Un poco más allá estaban los “carpinteros”
sentados en la grada. “Me gusta la mesa,
habéis hecho un gran trabajo, una igual no me vendría mal” les dije.
Y se pusieron manos a la obra con sus
herramientas. Cayeron unos cuantos cafés y chorizo salmantino ablandado por el
microondas. Siguieron muchas tardes y alguna mañana puliendo la madera, empujando
el serrucho gigante que años atrás cortaba las traviesas ferroviarias. Alisando
con la lijadora y untando en grasa los tornillos para que no estropearan su
obra. Algunas tardes el objetivo les trajo la noche. Varias semanas después una
robusta y original mesa, de aspecto medieval, quedó tan bonita que hubiera sido
pecado dejarla a la intemperie. Por tanto, se ganó el derecho a ser de la casa.
Y se liaron en la construcción de un banco,
es lo que tiene de bueno estar jubilado, pienso yo.
Si la mesa fue una sorpresa el banco fue, si
cabe, aún más.
Pocos días después Nico me pidió las llaves de
nuevo porque Manrique necesitaba unas tablas para hacer no sé qué. Entretanto,
Manrique tuvo la gentileza de obsequiarme con tres palas, de las que se usan
con la pelota de cuero, con la pelota pegada en dos de ellas y la otra para
utilizarla al cortar carne.
Se acercaba la fecha de mi cumpleaños y subí
una tarde a nuestra parcela. Al entrar en la cocina vi una caja de cartón
encintada en la que habían escrito: No la
abras hasta el sábado. Rodeada por unas fotografías con textos de buenos
deseos para mi aniversario. Pero la curiosidad ganó su batalla a la advertencia.
Traté de adivinar por el sonido lo que había dentro, tiré de tijeras y allí
estaba una banqueta de madera reluciente, engalanada con un barniz trasparente.
Fue una agradable sorpresa y al llegar a casa, tras admirarlo, le asignaron la
función de posa pies delante del sofá.
Esto me lleva a la conclusión de que siempre
acaba sorprendiéndote la nobleza de alguna gente.
¿Y qué puedo hacer yo? Peliagudo dilema,
pues, por mucho que lo intenté saldré derrotado. Con gente así, fuera de la
pista, no se puede competir y sólo me queda plasmar en estas líneas la más
sincera gratitud.
Comienza la tarea. |
Seguimos |
En su punto. |
Fuerte y robusta |
Estrenándola en un reposado almuerzo |
Los artistas Nico y Manrique. |
El Sami oteando la banqueta. |
5 comentarios:
Chula la mesa, maja y a la vista parece resistente. ¿Y qué puedes hacer tú? … Te preguntas. Creo que nada. Ya lo habrás hecho para que estos amigos-artistas actúen así, te traten así. La amistad, el amor y el odio son recíprocos. Me gusta tanto o más el banco con el respaldo y reposa-brazos; también mu chulo.
-Manolo-
Cando la amistad se transforma en objeto palpable y deseado, poco más se puede esperar. Nada más gratificante que esos objetos labrados con cariño,que es sin duda, la respuestas a lo que tú les has regalado previamente, regalos inmateriales ,sin duda; regalos que no se ven pero que llegan a lo más hondo del corazón, como se ve. Después del "Perfil de la ilusión" aquí tenemos :"El perfil de la amistad". Que los disfrutes por mucho tiempo, a tus amigos y a sus obras. Un abrazo. Félix
Como dice el titulo de tu escrito “Esas cosas que a veces ocurren en la vida” Hay muy pocas cosas en la vida que ocurren por casualidad. Pues como dicen los marineros. El mar no se queda con nada, todo lo devuelve a la orilla. Pues en la tierra, creo, pasa un poco de lo mismo. Tal y como te dicen tus anteriores comentaristas glogueros, no busques el ¿Por qué? Que los que te conocemos o leemos… lo encontramos de lo mas normal; tan sencillo como cuando una vez te oí contar: “para el que hacía un favor se sentía feliz de poder haberlo hecho y, para el que lo recibe, pues también feliz, contento y agradecido. “ho hi que sí noi”
Somos de la época de los dinosaurios y los mas jóvenes, Dios dirá. Como dice Serrat: “…Qué le voy hacer, si soy del Mediterráneo…. –digo del Pisuerga-
Para nosotros -también hablo por Manrique- jubilados, ha sido una distracción que lo haces de agrado y un placer de que te haya gustado y complacido. NiCo
Estos comentarios ruborizan a cualquiera. Y, sin falsa modestia, no he hecho tanto como para merecer esto.
Me congratulan en gran medida estos detallazos. Y más por mi familia que los recibió con mucho agrado. Por eso, intento inculcar esos valores de bondad y de estar siempre al costado de aquellos que rondan en tu vida y te necesitan.
Bien dices amigo Marcos que es un gratificante ayudar, Uno, por el "egoísmo" de sentir felicidad al hacerlo, eso es íntimo y se queda dentro por si algún día hay que recordárselo al de Arriba.. Y la otra parte, es placentera para quien recibe el agasajo. Y añado: "Haz bien y no me mires a quién".
Ya no es sólo, la mesa, el banco, las palas o la banqueta, también he de agradecer la madera.
En fin, con gente como vosotros es más facil caminar. Un abrazo gracias, de corazón.
¡Ah! y recuerde que las sardinas no es mi plato preferido. Lo digo por lo del sábado. Salva.
Cuando hay buena madera, se pueden hacer buenos muebles. Ese es tu caso amigo Salva. Hay madera "Más madera" como dirían los hermanos Marx en el oeste.
El viejo refranero dice: Lo que se siembra se recoge. Ahí tienes la respuesta.
Sin más comentarios.
Un abrazo, Salva.
Luis
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