La frase del dia

03 mayo 2010

La libertad no siempre es buena

Este título parece una afirmación muy ambigua, nada comprometida, y tiene su porqué. Él, el artista de la historia que voy a contarte, llegó a nuestras vidas como una consecuencia más de este modo de vivir arrollador que nos lleva no se sabe adónde.
En un principio nadie le esperaba, sabíamos de su existencia y poco más. Era el fruto del amor, tal vez caprichoso e inmaduro, el amor, no el artista de esta historia. Un día el encanto se rompió y nuestro protagonista quedó como un objeto desamparado, un trozo de desamor fragmentado, desperdigado y perdido.
El azar imprevisible lo trajo a nuestra casa. Sin embargo, tal y como afirma el dicho popular: “dos gallos no pueden vivir en el mismo corral”. Por eso, una vez más le toco bailar con la más fea y emigrar en busca de otra morada.
Y mira por dónde, ahí en su nueva casa paladeó el sabor de la libertad, la de la buena cara, la del campo, la del bosque, luego llegó la otra, la realidad cruda e implacable.
Y sufrió como no imaginaba en su proceso de adaptación. No se había enfrentado a la soledad y le costaba digerir los días sin compañía.
Él que había recibido tantos mimos y cuidados se vio inmerso en un caos de supervivencia, prohibiciones y agresiones. Yo, que sabía de sus carencias, acudía a visitarle cada día al terminar mi jornada de trabajo. Él me esperaba y cuando bajaba del coche me agasajaba con caricias hasta lograr que me enfadara porque tanta muestra de afecto y zalamería me agobiaba e impedía caminar.
Hubo una semana que no pude verle porque marché de viaje y al volver cuando nos encontramos en nuestro horario habitual se aferró a mí con tanta vehemencia que consiguió lastimarme y le pegué. Me dio mucha pena porque al instante supe que me había equivocado y él me miraba como arrepentido por su efusiva muestra de cariño. Y descubrí en sus ojos el miedo y la incomprensión. Por supuesto no podía marcharme y dejar las cosas de aquella manera con mi amigo. A nuestro modo lo arreglamos porque todo había sido consecuencia,tanto por su parte como por la mía, de no calibrar bien las fuerzas.



Una tarde de esas gélidas desconocidas por aquí. Apareció renqueante y herido, un hilillo de sangre se descolgaba por la nariz, “¿Qué, compadre hoy te tocó perder?” le dije, al tiempo que le acariciaba.
Le llevé al garaje y se acomodó sobre la alfombra de mi batería, le puse su ración de comida y allí estuvo dos días hasta que se recuperó. Pero él quería libertad y al segundo día abandonó el garaje y protestó a su modo dejándome los excrementos, no en la cajita con tierra sino bajo el charles, (o hit- hat, los dos platillos que se manejan con el pie para llevar el compás). Una tarde noté bajo mi pie que el pedal se pegaba a una pequeña masa viscosa y dura. Capté el mensaje: era su protesta silenciosa por haberle robado dos días de libertad.
Con los días se fue ganado la simpatía y el cariño de cuántos le conocían. Porque era eso: la muestra evidente de la fidelidad canina y el cariño inusual en un felino.
Tenía muchas novias por toda la urbanización, incluso mis señoras vecinas me decían:”Es muy guapo”. Por tanto, era comprensible su éxito entre las hembras.
Esa faceta de conquistador le llevó más allá de sus territorios, de su bosque, del tránsito controlado. Cruzó la carretera y las ruedas asesinas lo aplastaron en el asfalto.
Es triste, pero como dijo alguien en palabras de consuelo: “No estéis tristes porque durante estos dos años ha recibido más cariño del que jamás hubiese podido esperar callejeando en la gran ciudad”
Hoy descansa para siempre en su terreno y cuando paso junto al tronco del granadero donde está sepultado no puedo evitar esbozar una sonrisa al recordar su trote y le “veo” corriendo a nuestro encuentro. Él quiso esa vida de amoríos que le obligaba a deambular en absoluta libertad buscando el amor gatuno.
Quien esto escribe sospechaba de este final, pero un amigo de verdad no interfiere en el modo de vida y respeta los deseos por encima de la amistad.

Que Gatuso descanse en paz porque no soy el único que jamás le olvidará. ¡Hasta siempre Gatuso!

2 comentarios:

Manuel dijo...

Si Gatuso murió haciendo lo que quería con total libertad y vivió feliz haciendo lo que le venía en gana....
pero demasiadas muertes causa el tráfico, de personas, animales, pajarillos... No tenía que ser ese el final de los seres vivos. Será el precio de este "progreso".
Ahí queda Gatusa, marcando el tiempo, y recordando a su Gatuso.
Como lo conocíamos a traves de fotos y de su carácter por tus relatos, resulta que también por aquí se siente su trágico final.
-Manolo-

Anónimo dijo...

¡Pobre Gatuso¡. Lo conocíamos a través de tus relatos. Según parece “llevaba una vida muy desordenada”. Se dice que quien mal anda, mal acaba, aunque esto no le sea de aplicación a los animalitos porque ellos no conocen costumbres de buenas o malas conductas.
Te queda el bueno de Zizou al que le envío una caricia que tú le trasmitirás.
(Paco)