La frase del dia

07 mayo 2023

Víspera aciaga.

ANNA y BIEL
Callos con garbanzos


Anna, Nacho, Carla, el abuelo y Biel


Biel y el abuelo
CARLA Y NACHO


SASA en el balcón del Mediterráneo

SASA en la Rambla de Tarragona

El abuelo, BIEL y NACHO

Se está convirtiendo como habitual, en estos últimos años, que suceda algo inesperado el día, o la víspera, de mi cumpleaños. No creo en supersticiones, ni casualidades, ni en brujas, aunque digan que haberlas, las hay…

   En mi blog “Mi rincón literario Salva”, hay una cita fija que dice: escribir es desnudar el alma con palabras. Y hay mucho de cierto en esa afirmación, porque nada resulta más fácil que escribir sobre las vivencias propias. ¿Con qué finalidad?, primero, por el placer de lograr plasmar algo ameno de manera sencilla y clara, y segundo, por empatizar con situaciones parecidas y sufridas por el lector. Pero vayamos al meollo del relato.

  La semana anterior finiquitó bien participando en un torneo de frontenis (Es una excusa para lo que vino después. Debajo de la cancha disponemos de una barbacoa entre pinos con mesas como las que hay en las áreas de descanso en las autopistas) Allí, a media mañana, el señor Marcos y el señor Manrique, nos ofrecieron callos con garbanzos. Da igual quien ganó o perdió, pues se trataba de juntarnos esa mañana de sábado.

   El lunes tuve mis dudas si acudir a jugar (comenzamos a las ocho de la mañana y rematamos pasadas las diez), al día siguiente era mi cumpleaños y los antecedentes no eran nada halagüeños, pero qué carajo, por qué no. Y fui. Se respiraba ambiente festivo y jovial en la cancha y se prodigaban las alusiones al almuerzo de los callos.  Ya inmerso en el partido, en una de las jugadas que he de restar, la pelota sale hacia la contracancha y corro a tope y ahí vino el sablazo con un pinchazo muy doloroso en la parte trasera del muslo izquierdo. Trato de aguantar, pero no puedo seguir. Dentro del grupo tenemos un masajista que me proporciona un gel. Noto la frialdad al aplicarlo, pero es momentáneo, después de la ducha sigue el dolor y me preocupa, pero confío en mi cuerpo.

   Subo a nuestra parcela porque tenemos comida familiar, al terminar intento descansar en el sofá y no era capaz de extender mi cuerpo, mientras permanecía sentado y buscaba la manera de poder acostarme. Una vez logrado, trato de alcanzar con el pie derecho un cojín y me apuntilla un calambre paralizante. Por mi cabeza pasa el llamar a los que están afuera, me parece un poco ridículo y con mucha cautela desisto de la siestecita porque en esa posición los calambres son más frecuentes. Permanezco sentado en la penumbra del comedor.

   A media tarde, me acerco a tirar la basura a unos contenedores que están a unos cien metros de nuestra parcela. Al regresar, la calle está desierta y digo: “Voy a probar si puedo correr” lo intento y siento que mi trasero se va para abajo en cuanto apoyo la pierna izquierda. Desisto.

   Llega la hora de volver a casa, me acomodo como puedo en el coche y cuando pulso la llave el coche no arranca. La batería claudicó. Las sillas de los nenes en el coche de mi hija impiden que me puedan bajar y no me queda otra que hacerlo con la moto. Ahí, la realidad me hace comprender lo indefensos que somos y la poca importancia que, al menos yo, le damos a una buena salud. Al día siguiente celebramos mi cumpleaños y todo lo pasado lo di por bueno cuando mis nietos entraron en casa, ellos soplaron las velas, entienden que era su fiesta. Y como si ellos hubieran comprado los regalos, me los fueron entregando. Al atardecer se marcharon y reinó la calma.

   Esta vez no caí en ningún estanque, tampoco tragué diente alguno, ni partí las gafas contra alguna farola. Esta vez, ese ángel de la guarda que me protege, me recordó que los abuelos son solo abuelos por mucho que intenten esquivarlo. Habrá que tomar nota como una lección de vida.

Y esto es más o menos lo que sucedió para que quede en mi recuerdo el día que cumplí 67 años.

1 comentario:

Manuel dijo...

¡Qué bonitas fotos para el recuerdo! Para el álbum de esas vidas que empiezan...
No le des vueltas, Salva: El mejor bálsamo para tus lesiones rodearte de tus nietos.
-Manolo-