Normalmente, las
entradas eran crónicas viajeras, pero la pandemia y otras circunstancias,
personales, cortaron de cuajo nuestros viajes. El verano comienza su declive y
asoma septiembre con nuevas ilusiones y objetivos. Quizá sea el momento de
tratar de amarrar lo vivido para que lo tengamos presente —al menos yo— con
esta entrada en el blog, también en letargo literario. Como cada verano ansiábamos
la climatología suave del pueblo, aunque, según nos comentaban, allí también
era un verano caluroso y yo pensaba que sería más soportable al carecer de la
humedad que tenemos en la costa. Partimos muy temprano para evitar el calor. Diez
horas entre salida y llegada es el tiempo empleado en los más de 800 kilómetros
que separan nuestros destinos. Fue un viaje relajado y con la mente y el cuerpo
dispuestos a disfrutar de la tranquilidad deseada, y por encima de todo lo que
más me llena: los paseos nocturnos para disfrutar del cielo estrellado, es un
placer diferente, donde planea la infinita inmensidad del universo imperecedero
y estático. El conocimiento anhela por saber qué habrá más allá. Arriba
parpadean entre nubes los verdaderos testigos desde el principio del mundo
hasta que no quede el más mínimo recuerdo de nuestro paso por aquí, y ellas,
las estrellas, seguirán con su incandescente luz. Pero vayamos al día a día.
Con disciplina partisana,
mi actividad daba comienzo a las 7 h 30´ Me instalaba en la parte trasera de la
casa, en un rincón discreto de no más de cuatro metros cuadrados y desde el que
divisaba la calle. Acompañado de un sabroso café y, acomodado en un viejo
escabel con el portátil sobre la mesa camilla, las palabras fluían
generosamente y la trama se engarzaba con verosimilitud. Cada mañana se repetían las escenas que veía
enfrente, hasta que llegaba la inoportuna mosca madrugadora y algunas personas
que paseaban bien temprano. Escuchaba las ocho
campanadas del reloj del torreón y los primeros murmullos sordos de los vecinos
en la puerta de la iglesia. Dos horas después, cuando la cabeza perdía la
frescura y la concentración, iniciaba otras tareas de diversa índole, bien
fuera pintar la tapia y unas vigas de hierro que soportan un tejado. Planear
con cemento una pared del aparcamiento para pintarlo días después. Colgar el
televisor en el soporte de pared con la ayuda de Juan Torres y otras cosas más
sin importancia.
Acudí al pantano de
Aldeadávila con Alfonso para que me explicara “in situ” el trágico accidente de
la roca que mató a ocho trabajadores. (El diario Opinión de Zamora atribuye a
la presa de Almendra y no es así). También hubo tiempo para la música, sin
apenas ensayo, con Félix Carreto en la voz y Luis Holgado en los teclados —me
sorprendieron mucho sus arreglos orquestales—, participamos con tres temas en
los encuentros musicales del pueblo.
Los martes fue
visita obligada al mercado de Vitigudino, más que nada por sus sabrosas tapas;
También los de Trabanca, Peralejos de Abajo y Fermoselle. Hubo visita a Freixo
da Espada a Cinta por el asunto del bacalao. Los días iban pasando y yo echaba
mucho de menos a Nacho, Carla y Sasa, sé que me ponía pesado pidiendo que me
enviaran vídeos de ellos. El deporte también estuvo de vacaciones, pero corrí
el primer día en los encierros de Aldeadávila y ese mismo día iniciamos el
regreso para llegar a Tarragona a las 21 horas. Las ganas de ver a mis nietos
superaban con creces el ardor festivo que dejaba atrás. Todo se confirmó cuando
a la mañana siguiente sonó el timbre y asomó Nacho (dos años y medio) con los
brazos abiertos para darme un abrazo, mientras decía: “Me he acordado mucho de
ti” y en la puerta farfullaba Carla (14 meses) con su sonrisa desdentada vete
tú a saber qué. Eso… cualquier abuelo, sabe que no tiene precio.
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Francesc ríe en mi rincón |
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Prefiero un buen entrecot en vez de bacalao |
en Freixo (Portugal)
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regreso del paseo en busca de las estrellas |
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Que poco faltó para liarla. |
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Quemando grasa mientras en el pueblo disfrutaban del último encierro. |
4 comentarios:
Bienvenido a tu blog. Espero que los ratos libres que te dejen los nietos, nos sigas contando cosas aquí; que bien pueden ser cualquier ocurrencia de esos pequeños. Serán bienvenidas.
-Manolo-
Genial. Como siempre prosa muy fluida.
Escribir en el blog es un ejercicio para futuros recuerdos
Muchas gracias, seas quien seas, estimado anónimo-a. Habría sido aún más gratificante si al final hubieses puesto tu nombre.
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