Son las 8 de la mañana del
domingo 30 de mayo. En la radio dicen que han matado a una mujer en Alovera
(Guadalajara) y que ya son 15 en lo que va de año, y me pregunto: ¿Qué razón
puede albergar tanta crueldad entre personas que decidieron un día, repletos de
felicidad y alegría, compartir la vida en la salud y en la enfermedad hasta el
final de sus días? Lo triste de todo esto es que la frecuencia de este tipo de
sucesos los llegan a convertir en algo rutinario. Detesto con mucha más fuerza,
que la que emplean esos cobardes, este tipo de conductas. Siempre he pensado
que agredir es el reflejo de una carencia, pero hacerlo cuando se es consciente
de una superioridad es la más vil e infame cobardía. Asqueroso, como diría mi
madre, quién esta mañana ha hecho que me ponga a escribir.
Desde mi balcón se nota que es domingo porque apenas pasan coches por la
avenida. En cambio, las gaviotas que llegan desde el puerto revolotean entre
los bloques y una llovizna pertinaz se descuelga acharolando el asfalto y
abrillantando las líneas blancas del paso cebra. Tras las montañas del
horizonte parece que va a romper la luz del sol y todo el cielo está henchido
de nubes blancas en completa calma.
Abro el teléfono y veo un whatsapp de mi hija Sara y pensando que es un
video de mi nieto Nacho lo abro. No, es un enlace del diario digital de
Salamanca “Arribes al día”, en cuya portada, dentro del apartado de comarcas,
sale el rostro de mi madre vestida de charra. Había visto una foto parecida
donde ella bailaba sobre un escenario al aire libre, y si no recuerdo mal, creo
que en la localidad de Ciudad Rodrigo. Dicen que bailaba bien, a mí me daba un
poco de vergüenza cuando ella bailaba y mi padre cantaba. Cuánto me arrepiento
de haber sido tan inmaduro para no saber valorar en su justa medida ese carácter
afable y alegre que ambos poseían. La vida después da muchas vueltas y, aun
sabiendo que entono mal, si alguien me acompaña pierdo el ridículo y me lanzo a cantar.
Mi madre se llamaba Manuela y falleció el 7 de Noviembre del 2014, en la
fotografía que precede a este texto se la ve seria, pero seguro que se puso así para la foto, o el fotógrafo supo captar ese instante. Siempre fue una
niña, juvenil, noble y dicharachera, si ya era octogenaria y se montaba en el
dragón Khan de Port Aventura. Trabajando era un torbellino inagotable y nos exigía
la misma energía que ella mostraba. A veces, muchas, yo compadecía a mi padre
pues tenía en casa un sargento chusquero a la hora de planificar los trabajos
del campo, y nada se le podía reprochar porque predicaba con el ejemplo. Hoy al
verla en el diario me ha regalado un bonito despertar y un poco de tristeza
porque se quedaron en el camino muchas preguntas que hoy me ayudarían a
elucubrar historias de su época. Y eso, por mucho que quiera, ya no tiene
remedio. Me consuela saber que allá donde está habrá pensado: ¿Qué creíais que porque estuviera muerta no buscaría la manera de volver a vuestras vidas?
A lo que yo apostillo: quererte fue tarea fácil, olvidarte, Manuela, tarea imposible.
1 comentario:
Qué contenta se pondrá tu madre al ver estas imágenes y sobre todo la de su bisnieto.
No tengas duda que le llegarán, pues por ahí arriba están los blogueros César y Sofía que se encargarán de ello.
-Manolo-
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