Los hermanos Sebastián y Ernesto Canete.
A veces nos
encontramos con gente que son un pozo de sabiduría. Sin grandes estudios pero
con actitud emprendedora, que ahora llaman innovación. Este es el caso de
Sebastián que nació hace 88 años en Valero, en las serranías de Béjar
(Salamanca).
Conocí a Sebastián por un asunto de
trabajo.
—“¿Tú no eres catalán? —sonsacó Sebastián”.
— De Salamanca, nací en Corporario, de las
Arribes del Duero.
Ese detalle hizo que la confianza diera un
paso más en encuentros posteriores. Compartimos café muchas mañanas y siempre me sorprendía con citas propias de
un gracejo popular, cargado de ironía, pero con una lógica apabullante.
“En casa de mi padre eran tan pobres que el
primero que se levantaba se ponía los pantalones porque no había ningún
pantalón más” Eso comentó un día para que su elegante apariencia no despistara
los orígenes.
Una mañana me presentó a Ernesto, su
hermano. Comprobé después la admiración que sentía por él, tal vez por instinto
paternal de hermano mayor. Las alusiones a Ernesto eran frecuentes y siempre
con admiración.
Sin embargo, Sebastián, tenía fervor y
orgullo por el recuerdo de su padre. Evaristo se llamaba.
“Era un
hombre analfabeto —adelantó Sebastián—, esbelto y de buen porte, que durante el
servicio militar fue gastador. El 31 de
Mayo de 1906 se celebraba la boda del rey
Alfonso XIII y Victoria Eugenia, mi padre participó como escolta cuando
se produjo el atentado a la comitiva real al pasar por la calle Mayor de camino
a la iglesia de los Jerónimos. El Ramo de flores que el anarquista catalán
Mateo Morral lanzó desde un balcón
llevaba camuflada una bomba casera. El ramo tropezó con los cables del tendido del tranvía
y cayó sobre la gente que aplaudía la comitiva. Mató a veinticinco personas y los
reyes salieron ilesos. Mi padre resultó herido en una pierna y fue hospitalizado.
Mateo Morral fue descubierto dos días más tarde por el guarda jurado de una
finca de Torrejón que lo detuvo. De camino al cuartel, Mateo Morral asesinó al
guarda y luego se suicidó, aunque esto nunca estuvo claro. Cuentan que Alfonso
XIII pagó los estudios a los huérfanos
del guarda.
Cuando mi
padre se licenció puso rumbo a Panamá,
allí trabajó en la construcción del canal. Sufrió un accidente que le partió
las dos piernas. Marchó después de polizonte en un mercante a Cuba y trabajó
segando caña de azúcar. Tenía que dormir colgado de un árbol para librarse de los
reptiles que andaban por el suelo. Después marchó a estados Unidos y pudo entrar
en la Ford. Era la primera vez que trabajaba ocho horas y le pagaban siete
dólares. Dinero que comenzó a enviar a Valero para que sus padres compraran
terrenos.
Volvió a
Valero, se casó con la molinera y tuvieron niño y niña. Pero mi padre
necesitaba más dinero y regresó a Norteamérica. Permaneció tres años y al volver
para quedarse encontró la puerta de su casa cerrada porque su mujer y sus hijos
habían muerto una semana antes.
Mi padre se
casó con su cuñada, mi madre, y tuvieron cinco hijos. Luego con lo que había
conseguido en el extranjero se dedicó a la apicultura.
Yo marché voluntario al ejército y tuve
después varios bares en Madrid hasta que mi hermano Ernesto creo una empresa de
carpintería y me vine con él a Cataluña.
—Y sabes que te digo, paisano —me suelta
convencido.
—Tú dirás —sé que me regalará algo sabio.
—Yo soy más catalán que muchos que nacieron
aquí.
—Sebastián… —indico con el gesto que eso no
cuela.
—Pues sí, ellos nacieron aquí como podían
haber nacido en otro sitio —argumenta—, pero yo vine y me quedé porque me gustó
esta tierra.
Le escuchó y el me mira sonriendo.
—Sebastián, ¿No has trabajado bastante?
¿Cómo puedes seguir al pie del cañón vendiendo miel a tus 88 años?
—Paisano, tendré que sacar la familia
adelante —sentencia con ese gracejo innato y natural. Está claro que con
Sebastián no hay quien pueda.
En su almacén. |
Con Ernesto y Sebastián. |
3 comentarios:
Si clicáis en el enlace del final podréis ver im´genes del atentado al que hace mención Sebastián. salva
Qué historia tan increíble. Si se llevara al cine, tal cual, sin exageraciones, parecería irreal. Sucede que la realidad muchas veces supera la ficción. Para muestra la vida e historia que relatas.
¿Será esta historia el tema de tu próxima novela?
¿Has terminado la que traías entre manos?
Saludos,
-Manolo-
Esta historia es real. El hambre hace milagros. Lo que estoy escribiendo no sé cuando lo terminaré. Pero va. Quizá el próximo verano la podamos presentar. Ya veremos. Si hubiera conocido al padre de Sebastián seguro que me contaría mil batallas, pero llegué tarde. Un abrazo Salva.
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