No sabría decir quién fue la primera persona que me habló de esa bella ciudad llamada: la Venecia Portuguesa, bañada por el Atlántico y cuyo nombre es AVEIRO. Tenía aún reciente la imagen de la auténtica Venecia italiana y sus canales.
Esa razón fue el empujón que bastó para buscarla en el mapa y estudiar la posibilidad de organizar un viaje si no estaba muy alejada de Zarza de Pumareda, (Salamanca). Es bastante frecuente que durante nuestras vacaciones estivales realicemos una escapada a Portugal.
Miranda Do Douro es un pueblo portugués que visitamos con relativa frecuencia. Las vistas que ofrece el Duero con sus meandros antes de expandirse en la presa y la propia planicie de agua sobre el dique de contención siguen cautivándome.
La frontera, que aún conserva parte de sus instalaciones, me trae consigo un halo de autoridad infranqueable y poderosa que ahora se ha convertido en una oficina de información turística.
Allí, bajo la sombra de los árboles que hay al costado de la vieja aduana, acostumbramos a reponer fuerzas para continuar con nuestra excursión hacia tierras de Ledesma.
Desde mi infancia, Portugal siempre fue como un lugar prohibido que acrecentaba la curiosidad por conocerlo algún día. Me resultaba extraño, cuando bajaba con mi padre al olivar, ver a los agricultores portugueses al otro lado del río. “Hijo de una cabra prieta”(Ni idea de su significado) les gritábamos a modo de “insulto”, al tiempo que lanzábamos piedras al río. Luego escuchábamos el eco de su respuesta y la voz de mi padre recriminándonos la conducta.
Viene a mi memoria los bucles de humo que dejaba el tren portugués con destino a Barca D´Alva, mientras cruzaba la meseta contigua a la ladera. (La estación ferroviaria de Barca está en desuso pero sus hangares dejan bien a las claras su extinta importancia).
Y qué decir de los fuegos artificiales que lanzaban en las noches de verano los pueblos de la franja lusitana. Para un niño, contemplar aquella explosión de colores hacía que los cohetes de las bodas y de San Blas rayaran casi en la vulgaridad.
Después, con el paso de los años, la nostalgia de sus fados acrecentó todavía más la admiración por tan bello país.
Para el viaje a Aveiro contamos con la agradable compañía de nuestros amigos de Zarza: Lourdes y Juan. El itinerario se inició en Zarza, continuamos por Vitigudino, Fuentes de San Esteban, nos adentramos por Fuentes de Oñoro y continuamos por la autovía A-25 hasta Aveiro.
Lourdes había preparado al detalle el trayecto y leyendo sus apuntes acertamos con el hotel Jardín. Un hotel excelente, con buen servicio y próximo al centro.
Juan, experto gastronómico, había memorizado el nombre de un restaurante de excelentes referencias.
Visitamos las dunas de salinas. A bordo de las barcazas navegamos por el canal. Me sorprendió la espectacularidad del faro en la playa. Lourdes y Angélica tuvieron el capricho de mojar sus pies en la playa para testar las aguas del Atlántico.
Al día siguiente nos acercamos a Coimbra y visitamos la Universidad y “la ciudad de los pequeñitos”. Por la tarde nos fuimos a ver Figueira da Fo.
El último día tomamos una serpenteante carretera que nos llevó hasta un pueblo, Server do Vouga, perdido entre las montañas, para contemplar las cascadas naturales de agua en Cabreia.
Allí, en un paraje bien acondicionado para el visitante, degustamos las viandas de nuestra tierra y luego continuamos hasta Ciudad Rodrigo para terminar al atardecer en Zarza de Pumareda.
Al llegar al pueblo, "los lagartos" estaban cenando y mi primo José (de Valencia) nos preparó un plato de jamón y pan con tomate. Pan con tomate que muchos probaron por primera vez en la parrillada del Vallito Redondo y que, al parecer, no desagradó. Y aquí termina mi breve crónica de nuestro viaje a la Venecia Portuguesa.
En la barcaza por el canal |
Gente guapa |
En Figueira da Fo |
Residencia de Antonio Oliveira de Salazar, dictador portugués contemporáneo de Franco |
En Aveiro comenzó a llover |
El faro de Aveiro |
Lourdes y Angélica en el Atlántico |
Nada iguala el embutido de nuestra tierra. |
Fuentes de Oñoro |
Aveiro |
Universidad de Coimbra |
El descenso a Cabreia se las trae |
salto de agua en Cabreia |
No sabría decir quién fue la primera persona que me habló de esa bella ciudad llamada: la Venecia Portuguesa, bañada por el Atlántico y cuyo nombre es AVEIRO. Tenía aún reciente la imagen de la auténtica Venecia italiana y sus canales.
Esa razón fue el empujón que bastó para buscarla en el mapa y estudiar la posibilidad de organizar un viaje si no estaba muy alejada de Zarza de Pumareda, (Salamanca). Es bastante frecuente que durante nuestras vacaciones estivales realicemos una escapada a Portugal.
Miranda Do Douro es un pueblo portugués que visitamos con relativa frecuencia. Las vistas que ofrece el Duero con sus meandros antes de expandirse en la presa y la propia planicie de agua sobre el dique de contención siguen cautivándome.
La frontera, que aún conserva parte de sus instalaciones, me trae consigo un halo de autoridad infranqueable y poderosa que ahora se ha convertido en una oficina de información turística.
Allí, bajo la sombra de los árboles que hay al costado de la vieja aduana, acostumbramos a reponer fuerzas para continuar con nuestra excursión hacia tierras de Ledesma.
Desde mi infancia, Portugal siempre fue como un lugar prohibido que acrecentaba la curiosidad por conocerlo algún día. Me resultaba extraño, cuando bajaba con mi padre al olivar, ver a los agricultores portugueses al otro lado del río. “Hijo de una cabra prieta”(Ni idea de su significado) les gritábamos a modo de “insulto”, al tiempo que lanzábamos piedras al río. Luego escuchábamos el eco de su respuesta y la voz de mi padre recriminándonos la conducta.
Viene a mi memoria los bucles de humo que dejaba el tren portugués con destino a Barca D´Alva, mientras cruzaba la meseta contigua a la ladera. (La estación ferroviaria de Barca está en desuso pero sus hangares dejan bien a las claras su extinta importancia).
Y qué decir de los fuegos artificiales que lanzaban en las noches de verano los pueblos de la franja lusitana. Para un niño, contemplar aquella explosión de colores hacía que los cohetes de las bodas y de San Blas rayaran casi en la vulgaridad.
Después, con el paso de los años, la nostalgia de sus fados acrecentó todavía más la admiración por tan bello país.
Para el viaje a Aveiro contamos con la agradable compañía de nuestros amigos de Zarza: Lourdes y Juan. El itinerario se inició en Zarza, continuamos por Vitigudino, Fuentes de San Esteban, nos adentramos por Fuentes de Oñoro y continuamos por la autovía A-25 hasta Aveiro.
Lourdes había preparado al detalle el trayecto y leyendo sus apuntes acertamos con el hotel Jardín. Un hotel excelente, con buen servicio y próximo al centro.
Juan, experto gastronómico, había memorizado el nombre de un restaurante de excelentes referencias.
Visitamos las dunas de salinas. A bordo de las barcazas navegamos por el canal. Me sorprendió la espectacularidad del faro en la playa. Lourdes y Angélica tuvieron el capricho de mojar sus pies en la playa para testar las aguas del Atlántico.
Al día siguiente nos acercamos a Coimbra y visitamos la Universidad y “la ciudad de los pequeñitos”. Por la tarde nos fuimos a ver Figueira da Fo.
El último día tomamos una serpenteante carretera que nos llevó hasta un pueblo, Server do Vouga, perdido entre las montañas, para contemplar las cascadas naturales de agua en Cabreia.
Allí, en un paraje bien acondicionado para el visitante, degustamos las viandas de nuestra tierra y luego continuamos hasta Ciudad Rodrigo para terminar al atardecer en Zarza de Pumareda.
Al llegar al pueblo, "los lagartos" estaban cenando y mi primo José (de Valencia) nos preparó un plato de jamón y pan con tomate. Pan con tomate que muchos probaron por primera vez en la parrillada del Vallito Redondo y que, al parecer, no desagradó. Y aquí termina mi breve crónica de nuestro viaje a la Venecia Portuguesa.
5 comentarios:
"Hola campeón, escribes poco últimamente"
Y yo le reto a que se decida y comente. Escribe muy bien y tímido no es. ¿verdad que me entiendes?. Pues no seas vago y escribe.
¡¡Pero que inquietos¡¡. No desperdiciáis un momento de tiempo, ni siquiera en vacaciones.
Aunque el comentarista anterior no se identifica, creo conocerlo. “Por el humo se sabe donde está el fuego”
Saludos (Paco)
Bonita crónica con bonitas imágenes. Me ha gustado ver las casitas en pijama (a rayas) de Costa Nova, la universidad de Coimbra, de la que tenemos gratos recuerdos y no sé si visitásteis Busaço, un jardín botánico cerca de Coimbra. Si no, para otra Oocasión; siempre hay que dejar algo para una segunda vez.
Dices bien que en nuestra infancia Portugal era algo cercano y a la vez lejano. Nos separaban tantas cosas. Ahora menos. Desde La Zarza vemos, enfrente Lagoaça y Fornos y no sabes la emoción al visitar esos pueblecitos y ver desde allí nuestras tierras, que con prismáticos se identificaban lugares y caminos.
Si tenemos lugares estupendos y que no nos quedan tan lejos.
Me alegro que lo pasárais bien y en buena compañía.
Dile a Juan que a ver si va pensando en el blog PRO MUSEO ETNOGRAFICO ZARCEÑO.
-Manolo-
Como se ve ,hay tiempo para todo cuando se sabe aprovechar, como vosotros desde la Zarza.Lástima que no haya un puente cercano para atravesar el Duero y plantarse en Portugal en un pispás.Como bien dices Salva ,aquellos fuegos artificiales en la época veraniega nos hacian presuponer que del otro lado del río se lo pasaban mejor que nosotros.Sin embargo su mísera tierra no les daba ni trigo y el pan candeal nuestro era un manjar para ellos y lo canjeaban por bacalao,que a ellos le sobraba.Es la historia de un tiempo ya lejano.Es un pueblo que aprecio mucho porque son muy trabajadores y tienen ese orgullo de identidad nacional que ya quisiera yo para España.De todos modos nos parecemos muy poco,(salvo por la dictadura que fraternalmente instauraron Franco y Salazar) ni en costumbres ni en mentalidad,y en su lengua han adoptado curiosamente sonidos franceses alejándose del castellano.En fin, que viajamos muy cómodamente con vosotros. Un abrazo.Félix.
Me has retrotrido a mi infancia zarceña recordándome los fuegos atificiales que, desde el jardín de la casa de mi abuela yo contemplaba ilusionado en aquel entonces cuando en verano los pueblos lusitanos de la franja fronteriza que desde allí se ven perfectamente, estaban celebrando sus fiestas acompañadas de las tonalidades ígneas luminosas producidas por los fuegos artificiales que le daban colorido al ambiente, mientras en nuestro pueblo los desconocíamos por razones que todos conocemos.
Por otra parte, veo que tú, también eres de los que sabes sacarle jugo a las vacaciones; vamos, que le exprimes hasta la última gota al limón.
Me gustan los trotamundos, empatizo con ellos, me traen buenos recuerdos y gratas experiencias.
He recorrido una buena parte de la geografía lusitana y tratado con algunos de sus moradores -me caen bien- y, también coincido con la opinión de Félix en que es un pueblo trabajador y muy patriota. La identidad nacional la llevan por bandera y sienten orgullo de sus raíces. ¡Lástima de no parecernos a ellos en ese aspecto!.
Y, afortunadamente, para los portugueses, actualmente, nada tienen que ver con la línea establecida por el dictador Oliveira Salazar en su época. La revolución de los clavels floreció y se arraigó la primavera política a pesar de las penurias que al igual que nosotros, ahora están pasando. Son escasísimos los resquicios que quedan del salazarismo alojados en mentes medievales que están fuera de onda.
Bonito y original relato el tuyo, Salva, y, gratos y nostálgicoslos recuerdos de mi niñez que se me han despertado y acudido a mi mete al leer tus comentarios.
Un abrazo. Luis
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