La frase del dia

10 abril 2011

El marginal

No, te equivocas si piensas que soy el protagonista de la fábula.

Creo no equivocarme si te digo que me siento un marginal, que duermo arropado por el juego literario y sobre la almohada del fabular. Por una parte, convendrás conmigo que la originalidad es empresa difícil, en cambio, hay quien sostiene que está en cualquier parte porque es infinita. ¡Infinita! ... vaya palabra; quiero asociar en mi pensamiento algo que refleje su significado y me lleva a las noches veraniegas con el cielo salpicado de puntitos rutilantes, intentando localizar la estrella más alejada. Pero la sensatez me dice que ahí tampoco se acaba, porque lo infinito carece de final porque no tiene principio. Esa libertad absoluta es la puerta que se abre para que tú y yo y el que escribe demos forma y contenido a la fábula que te voy a contar: En los de mi gremio somos tantos… y tan iguales. Por eso sólo los privilegiados perduran. Hoy estoy casi abandonado, y mi aspecto no es nada desdeñable, doy fe, otros muchos son más feos, con el amarillo sucio de lo añejo y son requeridos constantemente para ir de mano en mano sin conocer el descanso.




Les presentó al Dios de la burrocracia administrativa

Te preguntarás el porqué de esa diferencia; es la misma interrogante que me hice yo durante muchas noches. Al final lo averigüé. Si bien, en un principio sospeché que ese rechazo lo producía mi peculiar olor; más no, comprobé que era mi verdadero encanto, me acariciaban con idéntica frecuencia a la que más tarde me rechazaban. Hermanos no tengo muchos, podría decirte que ni por ellos ni por mí se interesó alguien. De ellos, de mis hermanos, no te puedo contar nada porque en los de mi familia están mal vistas las parejas y cada cual tomó un rumbo que desconozco. Aún así hay quien al cabo del tiempo comparte estancia con los solitarios de otras familias. En mi caso no importa que no seamos una familia muy numerosa pues igual que otras que son multitudinarias, como te decía en el párrafo anterior, emprendimos caminos diferentes y es harto probable que jamás lleguemos a coincidir. Nunca tendré esa suerte, hace tiempo que no creo en la fortuna, casi el mismo tiempo que llevo preguntándome: ¿Qué pinto aquí? Supongo que, como otras criaturas de este mundo, soy también la consecuencia de un capricho momentáneo, posiblemente de alguien que pretendía entrar en la posteridad a través de una estrecha puerta que sólo abría al fracaso. El caso es que aquí estoy, acurrucado en un frío cajón, mi cajón, porque yo también fui de mano en mano hasta que llegué aquí con todos los honores: “Es un detalle que quiero tener hacia usted por el apoyo recibido” le dijo mi padre al presidente. Me gustó el despacho porque se veía una parte amplia de la ciudad y el mar. Mientras mi padre esperaba que llegara el ascensor, el presidente descolgó el teléfono y dijo: “Ven, llévate esto, te lo regalo”. Los instintos maternales, que a buen seguro yacían en mi dueña, en ese preciso momento estaban saturados. Me observó indiferente. Al poco vi como el presidente bajaba por la escalera. Mi dueña me acompañó hasta la planta de abajo y habló algo que no entendí con un señor que llevaba una gorra visera y miraba ensimismado la pantalla de un ordenador. El se giró, me miró y dijo “No tengo tiempo, mi nieta me adsorbe por completo, pero déjalo ahí, sé a quien le puede gustar”. El de la gorra me acompañó a otro lugar dentro del mismo edificio y habló con un tipo que archivaba folios al tiempo que despotricaba: “No sé para que tanta informática si siempre tenemos que buscar el papel. Ya no sirve que se haga el trabajo, sino que hay que demostrarlo por distintas maneras de control, cuanta perdida de tiempo por tener que vender titulitis inútil” A pesar de su agrio carácter de lunes me aceptó diciendo: "A veces donde menos lo esperas pueden surgir ideas interesantes”. Decir esto y dejarme a buen recaudo en el cajón fue a la par. El otro día me estuvo observando y parece que no le desagradé, me dejó el cajón abierto y desde arriba me miraba de tanto en tanto. Insistió en el gesto y pude entrever cierta compasión, luego me sonrió y dijo: “Vale la pena que me robes un sueño.” Yo ya no tengo sueños quise responderle, pero no me atreví. Al poco trajo una cámara y sentí sobre mi los destellos luminosos. Desconozco por qué quiso inmortalizarme si puede tenerme cuando quiera.



Sí, como te cuento, vivo de momento en ese cajón

Lo importante es que mientras he estado contigo la situación ha cambiado a mejor porque he conocido amigos que quiero presentarte: la fotografía de un abuelo que lleva escrita una dedicatoria “Tu tranquilo, yo te cubro la espalda”, a veces, cuando cree que no lo ve nadie, abre el cajón saca la foto y le da un beso ; enfrente de mi hay varios CDs de música barroca, una recarga de grapas, una regla con tres caras, varias llaves y otro de mi gremio, pero éste de alto copete, que nos ha dicho que muy pronto se irá y que se llama “El guardián del centeno”. Yo, mientras tanto, esperaré para ver si cambia mi suerte y descubro horizontes diferentes en mi sombrío cajón.



Hola, me presento por si aún dudas, soy el protagonista del cuento.

7 comentarios:

Manuel dijo...

Qué manera de fabular. Ya conocemos tus fábulas desde los comienzos de la página que por ahí anda una en 2003.

Muy chulos estás "los dos" en las fotos. Es difícil precisar quién de los dos es más feliz.

Actualmente, ¿hay por ahí afición al boxeo? Cuando yo llegué a BCN en 1961 había mucha.
Entonces, ¿tú no eres el protagonista (boxeador) de la portada del libro ? ... Por los años, no encajas.

El Hornazo 2011 está cerquita.

-Manolo-

Anónimo dijo...

... hummmm, Dificil hacer un comentario sobre este relato.
Me imagino de que vá, pero,... hummm, difícil, difícil nos lo pones.
(Paco)

Anónimo dijo...

Yo pensé que se trataba del pollino que estaba abandonado y eso ,pero me di cuenta que estaba bien acompañado,luego cuando entró en el cajon me dije:o el cajon es muy grande o el borrico de juguete.Ya veo que es otra cosa.Una historia con solera a tenor de la foto de la portada. Un abrazo.Félix

Anónimo dijo...

Bueno, despejaré las dudas que puedan haber surgido con este relato.
A veces, los que escribimos, tenemos en nuestra mente la idea y luego no conseguimos plasmarla en el texto y se nos va de las manos porque quien la lee no la entiende. Entonces eso es puro fracaso.
También os diría que igual que en la pintura hay diferentes estilos, creo que en la escritura ocurre un poco igual. No voy yo a descubrir ahora la sopa de ajos, pero como sé que sois muy permisivos conmigo me permití este juego al escribir.
Este relato surgió porque un boxeador de tarragona obsequió al presidente de mi empresa con el libro que se ve en la foto. El presi se lo dio a la secretaria, ésta a un compañero´que le gusta el boxeo, y éste compañero me lo regalo un día.
Como sé lo que cuesta ecribir jamás desprecio nada porque siempre se aprende algo, e incluso puede servir de herramienta si algún día escribo algo sobre el boxeo. Hay términos, expresiones, objetos, supersticiones, antes durante y después del combate que se pueden emplear.
Pero el caso es que me dio un poco de pena de que el libro fuera rechazado y decidí armar esta historia.
Las fotografías era un juego de despiste (Fábula=animal).
Igual que en la prosopopeya a los objetos se le atribuyen cualidades humanas, en las fábulas no sólamente los animales tienen comporatamientos humanos, sino que también los objetos las pueden tener.
Ahí vi una vía para desarrollar. El burro es de un amigo mío que va con él por la ciudad y no quiero alargarme pero las fotos tenían algún nexo con la historia.
Ahora habrán quedado resueltas las dudas, supongo. Un abrazo Salva

Anónimo dijo...

Interesante y evocador, su relato, amigo mío.
Piense un momento en lo que contiene un libro. No son palabras soltadas en un instante de rabia, que luego se refutan y se lamentan. Tampoco ideas borrosas que saltan en una conversación alegre, fruto del licor.
Son pensamientos que alguien escribió con calma, y revisó, y sobre los que, luego, tuvo tiempo de reflexionar. Y luego, aún más tiempo pasó hasta que estas palabras vieron la luz. Tiempo en que maduraron, cuando quizás debieron ser borradas para siempre.
Pero ahí quedaron, y se difundieron a otras mentes, y serán prueba inmortal para juzgar a quien las escribió.

Pruden

Anónimo dijo...

Como he sido la última en la lectura de tu fábula, de momento, me ha resultado pan comido, todo resuelto, la verdad que en algn momento me despisté y comencé de nuevo con la atención y la intriga de llegar al final, perfecto Salva, te da juego creo que casi todo y eso es una buena característica creo tuya,el burrito...el cajón... el boxeador...al final todo encajaba en el puzle. creo que vas avanzando
muy positivamente en el arte de escribir, según mi humilde opinión, por lo menos a mí me gusta.
Rosario

Anónimo dijo...

Yo, reconozco que parto con ventaja, pero caramba Salva, a tus lectores les das un tarea ardua a la hora de interpretar tus fábulas –yo que soy un pipiolo, no lo hubiera captado-. Lo de la ventaja lo digo porque conocía la historia del libro y la del pollino; y si me permites Salva, ya que tu has explicado la del libro, contaré lo que sé sobre el borrico: Este burro es de un señor que lo saca por las cunetas de alguna calle del extrarradio de la ciudad para que coma el animal, ya que él no dispone de capital para mantenerlo y está buscando a alguien que lo trate bien, lo pueda mantener y le de un cobijo donde morar. Convendrás que aunque el libro y el burro tienen alma y vida, la del burrejo tiene una prioridad más inmediata sobre el libro. Fabulosa fábula.
NiCo.