La jornada de pesca quizá sea la actividad que perdura y además la participación va incrementando. Las noches de los viernes precedentes a la fiesta, mis compañeros pescadores acuden hasta un acantilado y van anotando y pesando las capturas.
El último viernes invitan a cenar y pasamos las primeras horas de la noche en animada tertulia mientras cuelgan las cañas del acantilado y el mar calmo se funde con el reflejo claro que la luna irradia sobre la mole de agua


(Salva, Antonio, Fede y José)
De izquierda a derecha, Fede, José, Antonio, Salva
Salimos de Tarragona y enfilamos por la autovía de Reus. Mi borriquilla iba la primera, ellos muy respetuosos dejaban que marcase el ritmo de la marcha y yo forzaba para equipararme un poco, eso sí, atento a las señales y a los posibles radares.

(silencio, calma y fragancia campestre en la sierra de Prades)
Iniciamos el ascenso a Falset y con la mano les indiqué que me adelantasen. Ahí fue donde me di cuenta de que mi borriquilla y mi falta de habilidad podían dar con mis huesos en el asfalto si trataba de seguirlos. Veía desde atrás como inclinaban su cuerpo hacía un lado y otro de la moto para trazar las curvas. Yo ni lo intentaba. (Tenía en mi recuerdo una tarde que subía a mi parcela y quise emular esas tumbadas que hacen los corredores. Y tanto que la hice: la graba y mi falta de destrezza me sacaron de la carretera y acabé dentro de una finca de olivos con la moto destartalada y mi cuerpo golpeado).
(En esta fuente se celebra una fiesta a la que acude mucha gente para beber el champán que sustituye al agua en los caños)

(El perro afgano y su fiel estatutario)
Al atardecer mi mujer y yo nos fuimos a Salou con la moto para cenar en una de las terrazas del Paseo Marítimo. Yo estaba de guardia en mi trabajo y olvidé llevar el móvil. Pensé que si ocurría algo y no me localizaban, llamarían a casa y mis hijas, secuestradas por los exámenes, llamarían al de mi mujer. No había problema.
Al volver había una llamada perdida en el teléfono. Llamé y mi compañero y amigo Federico me dice que poco después de dejarme a mi en un collado realizando las últimas fotografías, en una rotonda se le cruzó un coche y se empotró. Su cuerpo salió despedido por encima del auto invasor. Rápido acudió la ambulancia y le llevaron al hospital. Tiene un fuerte impacto en el hombro. Me comenta que le han puesto un vendaje y que el lunes el equipo médico decide si lo han de operar.
“ Todo había ido perfecto, había sido un día precioso, me había reído y divertido con vosotros” me decía lamentándose.
Yo le respondí con palabras de consuelo más que trilladas en estas circunstancias: “Fede, dale gracias al de arriba, podía haber sido mucho peor” Pero en el fondo yo pensaba que no era justo, porque Fede es un tipo prudente, educado y sensato. No es un loco que arriesga para contarlo después como una proeza. Sin embargo, el azar permanece agazapado en el lugar menos inesperado para amargarte el día. Desde aquí te digo Fede que el año que viene si el ánimo persiste volveremos a intentarlo.

Panorámica desde el collado de Lilla, al fondo Tarragona y el mar, ahí abajo en una rotonda tuvo Fede el accidente
El último viernes invitan a cenar y pasamos las primeras horas de la noche en animada tertulia mientras cuelgan las cañas del acantilado y el mar calmo se funde con el reflejo claro que la luna irradia sobre la mole de agua
(Salva, Antonio, Fede y José)
Este sábado participé en una marcha de motos que había prevista. Nos reunimos en las instalaciones de la empresa y comprobamos que faltaba más de la mitad de gente que había apuntada. Ellos se lo perdieron. Porque lo pasamos muy bien hasta que pasó lo que pasó. Mis compañeros moteros tienen unas máquinas muy potentes si las comparamos con la mía. Además, van pertrechados con trajes de cuero para que les proteja si se produce alguna caída.
Yo sólo utilizo la moto en verano y me presenté como un paisano cualquiera que pretende dar un paseo nada más.
Yo sólo utilizo la moto en verano y me presenté como un paisano cualquiera que pretende dar un paseo nada más.
Salimos de Tarragona y enfilamos por la autovía de Reus. Mi borriquilla iba la primera, ellos muy respetuosos dejaban que marcase el ritmo de la marcha y yo forzaba para equipararme un poco, eso sí, atento a las señales y a los posibles radares.
(silencio, calma y fragancia campestre en la sierra de Prades)
Iniciamos el ascenso a Falset y con la mano les indiqué que me adelantasen. Ahí fue donde me di cuenta de que mi borriquilla y mi falta de habilidad podían dar con mis huesos en el asfalto si trataba de seguirlos. Veía desde atrás como inclinaban su cuerpo hacía un lado y otro de la moto para trazar las curvas. Yo ni lo intentaba. (Tenía en mi recuerdo una tarde que subía a mi parcela y quise emular esas tumbadas que hacen los corredores. Y tanto que la hice: la graba y mi falta de destrezza me sacaron de la carretera y acabé dentro de una finca de olivos con la moto destartalada y mi cuerpo golpeado).
Mis compañeros, me esperaban en los cruces de los pueblos que pasábamos para que no me perdiese. Me encantaban los paisajes de aquellos valles y hondonadas. A mi paso trataba de recordar los lugares donde podía realizar fotografías interesantes al volver.
Al trazar una curva en medio de un bosque, mi rueda delantera acabó dentro de una pequeña grieta que había en el centro. Se me pusieron de corbata, la moto trastabilló y pude seguir por el carril contrario. Si llega a venir algún auto es posible que el resultado hubiese sido malo para mi.
El pueblo donde terminaba la ruta era un avispero de moteros ataviados como mis compañeros con sus trajes de cuero y sus pañuelos al cuello.
Repusimos fuerzas y al regresar les dije que no me esperasen porque quería hacer fotos y detenerme si quería contemplar aquellas frondosas panorámicas.
No me hicieron caso y siguieron esperándome hasta que ya faltaban unos cincuenta kilómetros para llegar a Tarragona.
Al trazar una curva en medio de un bosque, mi rueda delantera acabó dentro de una pequeña grieta que había en el centro. Se me pusieron de corbata, la moto trastabilló y pude seguir por el carril contrario. Si llega a venir algún auto es posible que el resultado hubiese sido malo para mi.
El pueblo donde terminaba la ruta era un avispero de moteros ataviados como mis compañeros con sus trajes de cuero y sus pañuelos al cuello.
Repusimos fuerzas y al regresar les dije que no me esperasen porque quería hacer fotos y detenerme si quería contemplar aquellas frondosas panorámicas.
No me hicieron caso y siguieron esperándome hasta que ya faltaban unos cincuenta kilómetros para llegar a Tarragona.
(El perro afgano y su fiel estatutario)
Al atardecer mi mujer y yo nos fuimos a Salou con la moto para cenar en una de las terrazas del Paseo Marítimo. Yo estaba de guardia en mi trabajo y olvidé llevar el móvil. Pensé que si ocurría algo y no me localizaban, llamarían a casa y mis hijas, secuestradas por los exámenes, llamarían al de mi mujer. No había problema.
Al volver había una llamada perdida en el teléfono. Llamé y mi compañero y amigo Federico me dice que poco después de dejarme a mi en un collado realizando las últimas fotografías, en una rotonda se le cruzó un coche y se empotró. Su cuerpo salió despedido por encima del auto invasor. Rápido acudió la ambulancia y le llevaron al hospital. Tiene un fuerte impacto en el hombro. Me comenta que le han puesto un vendaje y que el lunes el equipo médico decide si lo han de operar.
“ Todo había ido perfecto, había sido un día precioso, me había reído y divertido con vosotros” me decía lamentándose.
Yo le respondí con palabras de consuelo más que trilladas en estas circunstancias: “Fede, dale gracias al de arriba, podía haber sido mucho peor” Pero en el fondo yo pensaba que no era justo, porque Fede es un tipo prudente, educado y sensato. No es un loco que arriesga para contarlo después como una proeza. Sin embargo, el azar permanece agazapado en el lugar menos inesperado para amargarte el día. Desde aquí te digo Fede que el año que viene si el ánimo persiste volveremos a intentarlo.
Panorámica desde el collado de Lilla, al fondo Tarragona y el mar, ahí abajo en una rotonda tuvo Fede el accidente