La frase del dia

06 mayo 2018

Sasa, la mascota de Sara


    No sé dónde está mi mama, tampoco mis hermanos y desde el día de la gran nevada no los he vuelto a ver. Recuerdo que  el señor que venía por la nave llegó una mañana con otro hombre y le dijo: “Estoy harto de perros, si no los quiere nadie los sacrificaré”  ¿Qué será eso? Me pregunté.
    El amigo del señor de la nave se acercó a mí y acariciándome, dijo: “Si no tuviera perra, ésta se venía conmigo, es muy guapa y cariñosa, no la sacrifiques, alguien la acogerá”
    Mi mamá y mis hermanos ya no regresaron y un día el señor de la nave me llevó en su coche hasta un bosque. Lo estaba pasando muy bien y me entretenía olfateando a ras del suelo y escuchando el canto de los pájaros que saltaban en las copas de los árboles.
    ¡De repente! escuché el sonido del coche y cuando me acerqué vi que se alejaba sin esperar. Corrí detrás pero lo perdí de vista. Sin embargo yo seguí corriendo tras el humo que olía en el camino hasta quedarme sin fuerzas. Agotada y desorientada continué dando vueltas por el bosque con la esperanza de encontrar el sendero que me llevara a la nave y encontrar allí a mi mamá y mis hermanos esperando. No fui capaz. Cayó la noche y encontré cobijo en el hueco de un tronco viejo y  que me ayudó a vencer el miedo de aquellas formas extrañas que se balanceaban en la penumbra.
    A la mañana siguiente descubrí las roderas de un auto y las seguí hasta que me sacaron del bosque. Era muy temprano y el día era precioso con un sol radiante que atemperó mi cuerpo.
    Seguí tras las huellas y vi a lo lejos las casas de un pueblo. “Ya está, ahí me darán comida” pensé. Al acercarme, vi un grupo de senderistas que hacían un descanso en unas escaleras que llevaban a una casa grande con campanario.
    Me acerqué y un niño me dio una galleta. El mismo niño me acercó una botella de agua.
    Que no la toque con la boca” dijo la señora que estaba a su lado. “Si quieres darle agua, que beba a chorro” pero yo no sabía beber así y el chorro me entró por la nariz.
    Los senderistas marcharon y continué escaleras arrib hasta aquella casa que llamaban ermita de san Gregorio. Yo saludaba a todo el mundo y me acariciaban al pasar hasta que se alejaban.
    Al fin llegó una señora que me cogió en sus brazos y se acercó hasta una perrera y al ser yo tan pequeñita le dijeron que una cachorrita tan joven necesitaban unos cuidados que en ese momento no podían dar.
    La mujer me llevó a su casa y pasó un tiempo hasta que llegó una chica morena y me cogió en sus brazos para meterme en un coche con rumbo a Tarragona. Vi por primera vez el mar y jugué en la arena de la playa. En la casa me dieron una habitación y conviví con dos gatos; uno blanco que ni se inmutó y otro rubio de malas pulgas. Un día me llevaron a una casa de campo con un terreno por el que yo podía correr y vi en el suelo una cosa blanca con sabor salado, lamí y lamí y el cuerpo empezó a sacudirme en temblores incontrolados. Vi que la chica lloraba camino del hospital porque mi cuerpo se estaba quedando rígido. Le dijeron que estaba intoxicada por lamer pintura. Pasé la noche internada y me recuperé. Pocos días después la chica se fue de viaje  y el padre me sacó al parque. Algo malo debí de comer porque en vez de excrementos comencé a echar sangre.
    Llegó el hombre y al ver la habitación comenzó a insultarme: ¡Guarra! ¡Marrana!. Yo no dije nada, no tenía fuerzas. Le escuché hablar por teléfono con alguien: “La Sasa  ha tenido la regla. Ha destrozado el colchón que le compramos y ha comido la espuma”. Al poco entró en casa una chica rubia que dijo al hombre: “No ves que es una cachorrita y es imposible que tenga la regla”
    Otra vez me llevaron al hospital y allí pasé la noche. Al  día siguiente vino el hombre a recogerme y desde ese día es un gran amigo que me lleva al parque y me besa en la nuca sin que yo se pida. Ahora me está construyendo una casita de madera en la casa de campo y me tira una pelota para que corra. Todos me quieren mucho, soy muy feliz con esta familia y no creo que me vayan a abandonar como hizo aquel señor de Murchante (Navarra); a quien no le guardo rencor porque gracias a su abandono pude conocer a la chica que me trajo hasta aquí y me enseñó el mar y a esta familia que me está dando tan buena acogida. Sé que no tardaré mucho tiempo en viajar con ellos a Salamanca.
    Y esta es la historia de mi vida cuando hace poco más de cuatro meses que nací. 


                                                            

Ermita de san Gregorio. Murchante (Navarra)

No me dejan entrar porque dicen que soy muy joven para jugar con otros perros.

Me gusta esperar a la mamá de la casa cuando llega de trabajar

Esta es la casa que me están construyendo.