La frase del dia

28 abril 2011

El poblado de los vetones y las migas de Juan Torres


Arrancamos con un título que forma un pareado para escribir que el sábado 23 de Abril despuntó titubeante, con un viento suave y un cielo alternativo entre nubes y claros.
En nuestros referentes estaban los pronósticos meteorológicos del hombre del tiempo en los diferentes informativos de televisión. Había en éstos coincidencia plena en los pronósticos que vaticinaban la llegada de las lluvias y, con ese presagio nada halagüeño, organizamos el día.
Sabíamos por otras semanas santas que en Yecla de Yeltes organizaban una “acampada vetona” y hacia allí nos encaminamos algunos colegas lagartos y los amigos Juan Torres y Lourdes Carreto.


Por la afluencia de coches en los aledaños del pueblo percibimos que la representación del poblado vetón había levantado inusitada expectación. Conviene matizar que es muy posible que las fechas festivas empujasen a los visitantes a presenciar el espectáculo.
Los yeclanos han formado una asociación que tiene por nombre la Muralla y (si no me informaron mal) de ahí se nutren de actores y figurantes para llevar a cabo la representación.
Caminamos por un sendero a la orilla del pueblo que nos condujo a una ermita o iglesia contigua al castro vetón.
Los “vetones” habían levantado sus cabañas con troncos de árboles y las paredes y techos con tupidas escobas verdes tan prolíficas en la zona.
De entrada y al primer golpe de vista los personajes de la función me trasportaron al mundo de Pedro y Wilma, los Picapiedra.

He de hacer constar que los actores eran muy amables y no ponían reparos a la hora de hacer fotografías y permitir que la gente participase en sus actividades. Vimos a un esquilador practicando de manera real sobre una oveja. Un escultor que posaba con un berraco esculpido el año anterior.
Asesorados por un guerrero vetón pudimos practicar el lanzamiento de lanza -valga la redundancia, pero no hay manera de evitarla- sobre unas dianas en un prado del campamento. Alguno hizo pleno. Otras, no lastimaron a los espectadores porque el guerrero estuvo a su lado indicándoles el modo correcto de lanzar.



Después, sentados sobre la muralla, que hacía las veces de tribuna y nos permitía una vista general del valle, contemplamos el genuino espectáculo trenzado en varios actos.
En el primero unos emisarios romanos acudieron montados en sus enjaezados caballos hasta la puerta de entrada al castro. Deduje que portaban la petición de rendición del poblado vetón.
Parece ser que las negociaciones no tuvieron buena respuesta y los correos romanos marcharon a galope tendido de vuelta a su asentamiento.
Unas jóvenes irrumpieron en el valle y cuando estaban recogiendo flores aparecieron “de repente” unos desalmados cabalgando sus monturas y blandiendo cuerdas con un lazo en el extremo. Los bandidos rodearon a las jóvenes y capturaron a una doncella que arrastraron por el valle ante los “alaridos” de la secuestrada y los gritos suplicantes de las otras muchachas que regresaron al poblado en busca de ayuda.
Los vetones entraron en el valle y se desencadenó la batalla más “cruenta”. Al final el jefe de los vetones murió en la contienda y su cadáver cruzó en valle acomodado sobre un carruaje para ser incinerado en el poblado.




Regresamos de bien entrada la tarde al pueblo para probar o degustar las migas que Juan Torres había preparado en el Vallito Redondo.
He de reconocer que Las Migas no es un plato que me entusiasme. Mis compañeros aquí lo han elaborado varias veces y nunca me cautivó.
A Juan se lo comenté y el aseguró que esta vez sería diferente y no sé si fue como consecuencia del apetito de la hora, la buena compañía y el mejor humor que allí había, el caso es que Juan consiguió su propósito y terminé mi ración. A mi lado Olegario dio buena cuenta de las migas y repitió.
Realicé varias fotografías. “haré un texto en mi blog sobre Yecla y la migas de Juan” les dije al coger la cámara. “Pues si lo haces, sugiéreles a los valencianos que en verano nos preparen una paella de las de su tierra” me dijo un comensal. Y yo, influenciado por los correos romanos que horas antes cruzaban el valle y el recuerdo de mi padre que fue un correo de nuestro tiempo, tomo el testigo y desde mi blog lanzo el guante por si lo leen los del país del azahar y se hacen eco de este reto.

10 abril 2011

El marginal

No, te equivocas si piensas que soy el protagonista de la fábula.

Creo no equivocarme si te digo que me siento un marginal, que duermo arropado por el juego literario y sobre la almohada del fabular. Por una parte, convendrás conmigo que la originalidad es empresa difícil, en cambio, hay quien sostiene que está en cualquier parte porque es infinita. ¡Infinita! ... vaya palabra; quiero asociar en mi pensamiento algo que refleje su significado y me lleva a las noches veraniegas con el cielo salpicado de puntitos rutilantes, intentando localizar la estrella más alejada. Pero la sensatez me dice que ahí tampoco se acaba, porque lo infinito carece de final porque no tiene principio. Esa libertad absoluta es la puerta que se abre para que tú y yo y el que escribe demos forma y contenido a la fábula que te voy a contar: En los de mi gremio somos tantos… y tan iguales. Por eso sólo los privilegiados perduran. Hoy estoy casi abandonado, y mi aspecto no es nada desdeñable, doy fe, otros muchos son más feos, con el amarillo sucio de lo añejo y son requeridos constantemente para ir de mano en mano sin conocer el descanso.




Les presentó al Dios de la burrocracia administrativa

Te preguntarás el porqué de esa diferencia; es la misma interrogante que me hice yo durante muchas noches. Al final lo averigüé. Si bien, en un principio sospeché que ese rechazo lo producía mi peculiar olor; más no, comprobé que era mi verdadero encanto, me acariciaban con idéntica frecuencia a la que más tarde me rechazaban. Hermanos no tengo muchos, podría decirte que ni por ellos ni por mí se interesó alguien. De ellos, de mis hermanos, no te puedo contar nada porque en los de mi familia están mal vistas las parejas y cada cual tomó un rumbo que desconozco. Aún así hay quien al cabo del tiempo comparte estancia con los solitarios de otras familias. En mi caso no importa que no seamos una familia muy numerosa pues igual que otras que son multitudinarias, como te decía en el párrafo anterior, emprendimos caminos diferentes y es harto probable que jamás lleguemos a coincidir. Nunca tendré esa suerte, hace tiempo que no creo en la fortuna, casi el mismo tiempo que llevo preguntándome: ¿Qué pinto aquí? Supongo que, como otras criaturas de este mundo, soy también la consecuencia de un capricho momentáneo, posiblemente de alguien que pretendía entrar en la posteridad a través de una estrecha puerta que sólo abría al fracaso. El caso es que aquí estoy, acurrucado en un frío cajón, mi cajón, porque yo también fui de mano en mano hasta que llegué aquí con todos los honores: “Es un detalle que quiero tener hacia usted por el apoyo recibido” le dijo mi padre al presidente. Me gustó el despacho porque se veía una parte amplia de la ciudad y el mar. Mientras mi padre esperaba que llegara el ascensor, el presidente descolgó el teléfono y dijo: “Ven, llévate esto, te lo regalo”. Los instintos maternales, que a buen seguro yacían en mi dueña, en ese preciso momento estaban saturados. Me observó indiferente. Al poco vi como el presidente bajaba por la escalera. Mi dueña me acompañó hasta la planta de abajo y habló algo que no entendí con un señor que llevaba una gorra visera y miraba ensimismado la pantalla de un ordenador. El se giró, me miró y dijo “No tengo tiempo, mi nieta me adsorbe por completo, pero déjalo ahí, sé a quien le puede gustar”. El de la gorra me acompañó a otro lugar dentro del mismo edificio y habló con un tipo que archivaba folios al tiempo que despotricaba: “No sé para que tanta informática si siempre tenemos que buscar el papel. Ya no sirve que se haga el trabajo, sino que hay que demostrarlo por distintas maneras de control, cuanta perdida de tiempo por tener que vender titulitis inútil” A pesar de su agrio carácter de lunes me aceptó diciendo: "A veces donde menos lo esperas pueden surgir ideas interesantes”. Decir esto y dejarme a buen recaudo en el cajón fue a la par. El otro día me estuvo observando y parece que no le desagradé, me dejó el cajón abierto y desde arriba me miraba de tanto en tanto. Insistió en el gesto y pude entrever cierta compasión, luego me sonrió y dijo: “Vale la pena que me robes un sueño.” Yo ya no tengo sueños quise responderle, pero no me atreví. Al poco trajo una cámara y sentí sobre mi los destellos luminosos. Desconozco por qué quiso inmortalizarme si puede tenerme cuando quiera.



Sí, como te cuento, vivo de momento en ese cajón

Lo importante es que mientras he estado contigo la situación ha cambiado a mejor porque he conocido amigos que quiero presentarte: la fotografía de un abuelo que lleva escrita una dedicatoria “Tu tranquilo, yo te cubro la espalda”, a veces, cuando cree que no lo ve nadie, abre el cajón saca la foto y le da un beso ; enfrente de mi hay varios CDs de música barroca, una recarga de grapas, una regla con tres caras, varias llaves y otro de mi gremio, pero éste de alto copete, que nos ha dicho que muy pronto se irá y que se llama “El guardián del centeno”. Yo, mientras tanto, esperaré para ver si cambia mi suerte y descubro horizontes diferentes en mi sombrío cajón.



Hola, me presento por si aún dudas, soy el protagonista del cuento.