Nunca pude imaginar que la
muerte de Sasa, mi perrita, me causara tanta pena y tristeza. Aún no tenía
siete años, estaba fuerte y ágil, era muy cariñosa con todo el mundo. La
libertad de correr por el bosque era su pasión. Ahora, dudo que yo vuelva a
pasear por allí, porque son muchos los momentos vividos y su recuerdo será
como un latigazo de rabia y decepción.
En nuestros paseos ella siempre
caminaba por delante. «Sasa, guapa,
bonita», le decía yo, y ella se giraba para acercarse y recibir una cariñosa
palmada en el lomo. Lo mismo le decía cuando subíamos en el ascensor, y al
oírlo se pegaba a mis piernas.
Siempre me quedará la duda de si pude hacer
algo más por ella cuando enfermó. Me tranquilizaba saber que tenía todas las
vacunas y llevaba en el cuello el collar antiparásito. Todo era poco para cuidarla. Cuando empezó a estar
mal, la llevé al veterinario. «¿Qué le pasa a Sasa?» —preguntó. “Tiene diarrea
y anteayer vomitó” —, le dije. Su trabajo fue un despropósito absoluto y
carente del mínimo rigor profesional. Muy mal, por su parte, supongo que, quizá
una analítica en ese momento hubiese sido providencial, pero le inyectaron
corticoides y eso… fue un gran error. La internamos en otra clínica donde
hicieron lo imposible por salvarla. Teníamos esperanzas, y sabíamos que ella luchaba
como una jabata… al final nos dejó.
El martes le dimos sepultura en la parcela y hoy (24/10/2024),
le planté en la cabecera un rosal blanco que tendrá flores todo el año. De este
modo, siempre estará con nosotros y confío en que el tiempo apaciguará la pena
que hoy sentimos, cada uno a su manera. Por lo que a mi concierne, trato de ser fuerte y ocupar el pensamiento, pero no hay manera, siempre vuelve.
Sé que nunca seré capaz de olvidarla y tampoco quiero. Era mi
cómplice y compañera, y sabía lo mucho que la quería. En las comidas familiares
solía ponerse a mis pies porque, entre otros, mi último bocado, el más
exquisito, ella lo esperaba y yo encantado de entregárselo.
No habrá otra capaz
de sustituirla, ni quiero que la haya, por mucho que se le parezca, siempre
seré de Sasa. Lo sorprendente y curioso es que, ahora, cuando recuerdo
alguna de las escenas que he vivido con ella, me aflora una sonrisa como si
estuviera conmigo y un nudo de emoción me atenaza la garganta. Dispongo de
muchas fotos y vídeos de Sasa, que hoy prefiero no ver porque me da mucha
rabia que no esté. Podía escribir un sinfín de anécdotas de ternura, pero no lo
haré porque hurgarán en la tristeza de quienes tuvimos la fortuna de quererla.
El presidente, José Carrasco, de la urbanización Mas d´en Pastor, donde está situada nuestra parcela, está en permanente dedicación para que todo mejore. Como ya he escrito en anteriores entradas, estamos al lado de un extenso bosque por el que yo suelo pasear con Sasa, nuestra perra.
Distamos de Tarragona a siete kilómetros y resulta placentero caminar entre tan frondosa arboleda y paladear el silencio y la calma de la naturaleza.
Pues bien, nuestro “presi” tuvo la brillante, original e innovadora idea de ensamblar el arte de la pintura y el contacto con la naturaleza mediante una caminada por el bosque. En el punto de salida nos obsequiaron con una camiseta, una mochila azul, en cuyo interior había una botella pequeña de agua, todo por gentileza de la organización y de la F.A.V.T. (Federación de asociaciones de vecinos de Tarragona). Junto al parasol de salida vi aparcados varios vehículos todoterreno que forman parte de la asociación Tarragona 4x4. Su misión consistía en auxiliar a algún caminante si era necesario, aunque la dificultad del paseo era escasa. Y pensé: “esta gente -refiriéndome a la organización- está en todos los detalles”.
Justo es decir que, aunque el embrión de la idea fuera de José, nada hubiera sido posible sin la colaboración del vecindario, siempre suelen ser los mismos y yo no estoy entre ellos; citaré a Montse, José Ramón, Mari y Luis Plana. Desde aquí pido disculpas por no mencionar a todos los que intervinieron, no sé sus nombres.
Son vecinos con mayúsculas, dispuestos siempre a ayudar sin necesidad de pedírselo. Los conozco muy bien y doy fe de que huyen del protagonismo y la notoriedad. Les admiro y creo que es un sentimiento común en toda la urbanización. Para mí estos son los verdaderos políticos vocacionales, porque tratan de servir a los demás y no se sirven de los demás.
Tengo que ser sincero y afirmar que todo el tiempo que esta gente dedica a reuniones con concejales y otros asuntos, que restan tiempo al entorno familiar, yo no lo haría ni pagándome por ello.
Parece un contrasentido, pero ser jubilado y abuelo te crea otras obligaciones entre nietos y mascotas que acaparan mucho más tiempo del que pensabas.
Esa mañana del domingo 6 de octubre, mientras avanzábamos por el sendero, nos sorprendía en diferentes tramos una exposición de pintura en algún claro del bosque. Desde mi modesta opinión, me pareció ver auténticas maravillas, tanto es así que, me acercaba para cerciorarme de que lo que tenía enfrente, sobre un atril o apoyado en unas piedras, no era una fotografía y sí un cuadro pintado.
Mi perra Sasa, sin correa que frenara su libertad, se lanzaba por senderos nuevos y yo la seguía descubriendo setas en parajes vírgenes del bosque. Llegamos a un lugar conocido como Mas de l´Angel, donde antaño estaba edificada una lujosa residencia de la que solo quedan las cuatro paredes y un obelisco marmóreo con un ángel alado en el punto más alto. (Este obelisco fue construido para honrar la visita el 29 de octubre de 1927 del rey Alfonso XIII y la reina María Eugenia de Battenberg)
Allí hubo varias alocuciones en las que intervinieron pintores y organizadores, casi todas con tinte reivindicativo por el ostensible abandono del lugar, a pesar de que dista varios centenares de metros del famoso acueducto romano.
Desandamos el camino y sobre las trece horas alcanzamos el punto de partida, donde nos ofrecieron refrescos y un copioso pica-pica. Se hicieron las fotografías de todo el grupo para el recuerdo y se prodigaron los comentarios sobre lo apacible de la caminada y de la gratitud a los artífices del evento.
Concluyo esta entrada con unas fotografías que son más explícitas que mis palabras.
Al fin llegó el día propicio para que El Sendero de la memoria iniciara
su puesta de largo en sociedad. Por medio del Facebook y WhatsApp, traté de invitar
al evento a mis amigos, vecinos y conocidos de Tarragona. Y la gente respondió.
Hace mucho tiempo que en Tarragona no llueve de manera copiosa, suele caer
alguna llovizna y casi siempre durante la noche. Por la mañana, al levantarme, procuro mirar hacia la calle y, en ocasiones, me alegra ver el brillo en las
aceras, pero esa alegría es fugaz al ver que los viandantes van sin paraguas,
la calzada de la calle está seca y el brillo lo produjo la cuba de riego al
limpiar las aceras. Y digo esto porque ese día 30 de noviembre, fue necesario
protegerse con el paraguas al principio de la mañana y temí lo peor. Miré hacia
el sur y el horizonte estaba despejado. No tardó mucho en acompañarnos el sol
para dejar un día apacible. A las seis de la tarde comenzó a llegar la gente
hasta llenar el teatro (Aforo de 130 espectadores). No creo que hubiera tantos.
Dos chicas, Eva María y Saray (empleadas del Port de Tarragona), se encargaron
de la decoración y el sonido, muy serviciales y amables. Y sirva este relato para
expresar mi gratitud al Port de Tarragona por su apoyo a la cultura.
Abrió el acto un
saxofonista, J. M. Font, “Titus”, que interpretó tres temas y mi nieta melliza
Anna, que yo tenía sentada sobre la mesa, quedó fascinada por el brillo dorado
del instrumento bajo el haz luminoso de los focos. Después actuaron dos gaiteros, Secu y César,
con su traje tradicional asturiano y su montera picona en la cabeza. Tanto los
gaiteros como el saxofonista deleitaron al personal y se percibía que estaban
sobradamente curtidos encima de escenarios. Durante la firma de ejemplares
conocí gente de Béjar, Peñaranda, Cipérez y La Alberca, que acudieron por haber
escuchado en la radio alguna de mis entrevistas (solo fueron dos), o en la
contraportada de un periódico. Siempre resulta gratificante conocer gente de la
tierra.
Los ponentes de la
mesa, Ángel, Marcos, Manuel y Joaquín, iniciaron el turno de breves
intervenciones (Previamente les había pedido que no excedieran de cinco
minutos). En un lateral del
teatro, Eva María y Saray, instalaron unas mesas para el posterior piscolabis,
cuyo plato estrella era el embutido de Vitigudino.
El sábado anterior se acercó un compañero de
trabajo a mi parcela para preguntarme si este año no hacíamos comida o almuerzo
con los jubilados de la empresa. Sugerí que sería mejor esperar hasta que
pasaran las navidades porque ahora estaba muy liado con la presentación. Ese
mismo día por la tarde recibo una llamada con idéntica interrogante. A veces,
uno adquiere un rol, sin pedirlo ni pretenderlo, pero sabe que los demás lo
esperan. Hablé con el restaurante, pactamos los precios y el sábado día 2/12,
nos juntamos 23 para un almuerzo relajado. Ahora toca disfrutar de
la fantasía expectante que envolverá a mis nietos en Navidad y de la compañía
de la familia.Y, como suele ocurrir,
las imágenes que acompañan este relato son más explícitas que mis palabras.
. cena beduina Interior mezquita Rey Abdalá El camello obediente no olía bien Subí para pedir a Spiderman el regalo de Nacho. Su avión. Tornado
Con Ramón cerca del Monasterio
Los "valientes" que subieron al mirador
Vista de la explanada desde el mirador
Esperando la cena beduina
Amanecer en el desierto
El Sip
El tren otomano
Aquí el grupo que subimos hasta el monasterio
Todos en el monte Nebo
Con los hábitos obligatorios y descalzos en las escaleras de la mezquita jordana
Atardecer en el desierto Wadi Rum
La inconsciencia tiene su precio.
Ahed da una breve clase sobre ese territorio de Wadi Rum
La tumba del Tesoro.
El camino, el Siq.
En el monte Nebo, sentado sobre el brocal del pozo donde brotó el agua a Moisés.
Jerash, o la Pompeya Jordana
Castillo de Amrah
En primer lugar, he de
dejar claro que, a lo largo de este relato, no hay en mí el más mínimo atisbo
de frivolidad al “ignorar” la guerra que tan cerca tuvimos y de la que nadie
hablaba, Solamente al llegar al hotel, las imágenes me hacían ver la tragedia.
Días antes de emprender el viaje opté por llamar dos veces a la agencia. “¿Ha cancelado
alguien el viaje?” Pregunté, “De momento nadie” Respondieron. Adelante, vamos,
pues, hacia la aventura. Una treintena de viajeros partimos del aeropuerto de
Barcelona con nuestro guía Ramón y en poco más de cuatro horas estábamos en
Amán. Allí nos esperaba el guía nativo Ahed, un gran profesional. Todo el
tiempo fue un no parar, madrugones, caminatas, paladeando y fotografiando los
nuevos paisajes a través de la ventanilla del autocar, mientras llegábamos al
destino asignado. Se notaba en nuestro guía Ramón, que estaba curtido en el
oficio, siempre atento a cualquier necesidad. Hubo algunas variaciones en el
programa para aprovechar el tiempo y las distancias. Detallaré lo más relevante
desde mi humilde y escasa cultura. Adelanto, que Amán dista a 70 kilómetros de
Siria, 150 de Arabia Saudita, 330 de Irak (estuvimos muy cerca) y 60 de Israel
(Nos bañamos en el mar Muerto por la orilla de Jordania (Está a 416 metros por
debajo del nivel del mar. Que mal lo pase por sumergir la cabeza y sentir un
escozor terrible en los ojos. Un nativo, experto en imprudentes, me arreó con una manguera agua dulce en la cabeza y pude salir).
El primer día nos desplazamos hasta el
desierto musulmán para ver los castillos de Amrah, Kharraneh y el fuerte
Umayyad. Al regresar vi desde el autocar dos campos de refugiados sirios (En la
entrada había un comando militar. Perra vida la de esa gente en medio del
desierto. Me habría encantado entrar y ver cómo viven y me hizo reflexionar
sobre lo afortunados que somos al vivir en libertad y con toda clase de
comodidades). Jordania se caracteriza por ser un país de
acogida. Griegos, nabateos y romanos la habitaron y ha sido la Tierra Santa de
judíos y musulmanes, Dio cobijo a los palestinos en el siglo XX y las grandes
fortunas de los exiliados iraquíes sirvieron para dotar de lujosos hoteles a
Amán. Resulta espectacular contemplar desde lo alto de la Ciudadela el casco
antiguo, el teatro romano con capacidad para 5000 espectadores. Pudimos ver la
cisterna Omeya y el museo arqueológico. Nos desplazamos hasta Jerash (con el
sobrenombre de la Pompeya del Este). Esplendoroso e imperial el arco de Adriano
en la entrada. Gran cantidad de columnas a lo largo de todo el paseo. Impecable
el Teatro Sur con una acústica muy estudiada. (Un guía jordano me dijo el lugar
exacto donde se alcanzaba el mejor sonido y canté Viento del norte. No es lo mío el cante,
pero siempre procuro sacarle el jugo a cada viaje y el ridículo no me amilana).
El castillo de Adjun fue construido por un
comandante sobrino de Saladino en 1183 para detener el avance de los cruzados; y protegía las caravanas de
peregrinos y comerciantes. Disponía en su alrededor de un foso de 16 metros de
ancho por 12 de profundidad. Se conserva en muy buen estado.
Iglesia de San Jorge en Madaba (Este santo y
su pelea con el dragón debieron de –sugerencia- ser omnipresentes y el santo
disponer de un buen caballo, o más de uno, porque también estuvo por aquí, en
Cataluña, que nadie se ofenda) Buen
recuerdo la visión del mosaico interior y el mapa de Tierra Santa que hay en el
exterior, sobre el que Ahed nos regaló un poco de historia de esos lugares.
El monte Nebo, donde murió Moisés después de
avistar la Tierra Prometida, a lo lejos se ve el mar Muerto, el mar de Galilea,
el río Jordán y el lago Tiberiades. “Dios
le dijo a Moisés,sube hasta el monte
Nebo, frente a Jericó y contempla la tierra de Canaan que te doy para los
israelitas y muere en ese monte” Hecho que sucedió después del largo exilio
de Moisés. una tarde nos desplazamos hasta la mezquita del Rey Abdalá
Petra fue, para mí, el plato fuerte del
viaje. Capital del imperio Nabateo en el siglo I antes de Cristo. Se unió
después al imperio romano y prosperó con las rutas de comercio. Llegó a tener
30.000 habitantes. Quedó asolada por un terremoto cuatro siglos después. Según
los historiadores, hoy solo podemos ver un 20% de lo que fue en su época de
esplendor. Actualmente también es conocida como la Ciudad Rosa. El paseo se
realiza por un camino excavado en la roca, el Siq, un pasadizo de 1.250 metros,
jalonado por muros altos de roca roja. Para quien esto escribe, caminar por
allí, fue como un bonito sueño envuelto en realidad. Al final del Siq, llegamos
a una explanada, repleta de coches turísticos, carruajes entoldados, caballos y visitantes,
“disparando” sus móviles y cámaras para inmortalizar su presencia delante de la
tumba del Tesoro. Una veintena de atrevidos del grupo ascendimos por los 850
irregulares escalones que requería llegar hasta el Monasterio, de parecida
fachada a la tumba del Tesoro. Algunos turistas subían sentados sobre los lomos
de burros, o mulos (No están herrados porque resbalarían). A lo largo del
trayecto, muchos “valientes” toman su descanso junto a los puestos de los
nativos donde venden agua y recuerdos (nada baratos, un euro equivale a 0’75
dinar, su moneda). Alargué mi caminata hasta el final, porque ver desde lo alto
aquellos paisajes era una experiencia necesaria.
Ya al final de la semana visitamos el
desierto Wadi Rum que ha servido de escenario en diferentes películas. Con los
todoterrenos de los nativos disfrutamos de cuatro horas de paseo. El atardecer es
único porque funde los colores ocre y malva es un espectáculo impresionante. Nos
sorprendieron con una cena beduina. Al amanecer me levanté temprano para
disfrutar del alba y su silencio.
Dispongo de 870 fotografías, ya cribadas,
que con el paso del tiempo me ayudarán a recordar. Y quiero recalcar que el
grupo humano era excelente. Se produjo una gransintonía y causa, al menos en mí, el último
día, un sentimiento de nostalgia, porque es muy probable que nunca nos volvamos
a ver. Y fue muy gratificante y enriquecedora su compañía. Siento no haberme
podido despedir como me hubiese gustado tras recoger el equipaje en la cinta,
pero el autobús de regreso a casa, exigía por su horario, no desperdiciar ni un minuto. Y así fue a
grandes rasgos la crónica de este viaje a Jordania (La Suiza de Oriente Medio)